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Las opiniones de Antonio Mancera

UN PILAR DISTINTO - 10/10/2013

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Se acercaba el día, todos esperaban la llegada del día más importante en el Cuartel, en su casa, se acercaba el "Pilar". Daba igual que el tiempo o que los años pasasen, todos los años eran iguales, la espera, la alegría, los nervios, después los preparativos de la víspera y el gran día.

Esos días, los días de los preparativos del Pilar eran los mejores, sobre todo la víspera, los niños, sus madres y sus padres, todos juntos, limpiando, adecentando el Cuartel, los niños también, colocando adornos, colocando banderitas, llegaba su fiesta y todos querían que saliese bien, al mediodía la comida, en el patio, cada uno llevaba lo que podía o le salía mejor, las tortillas de la señora María la mujer del Cabo, del señor Pedro, eran las mejores, y no hacía una, no, hacía varias con cebolla y sin cebolla, que a Juan "el soltero" no le gustaba la cebolla, Juan era como un hijo para aquellas mujeres, tenía sólo 20 años y estaba recién salido de la Academia, era su primer destino; la señora Juanita llevaba siempre una empanada gallega, de su tierra, grande, muy grande, inmensa o eso le parecía a los más pequeños, su marido el guardia Paco siempre la partía, estaba orgulloso de aquellas empanadas y no quería que se destrozasen al partirlas, "no Jesús, tu no la partas, que siempre me la destrozas, deja ya la parto yo", Jesús extremeño, hombre curtido, con muchos años de servicio, el más antiguo, se reía "todos los años igual Paco, que la empanada es para comérsela, que no la vamos a llevar a ningún museo", y las risas se generalizaban, pero a Paco le daba igual ya estaba partiendo su empanada, con mimo, todos los trozos iguales, que todos tenían que comer de aquella gigantesca empanada gallega, estaba orgulloso de la empanada que hacía su mujer, y el postre, es lo que todos esperaban, los niños con más ganas, comían deprisa, y siempre tenían que recordarle lo mismo, "niños comed despacio, que hay tarta para todos y hasta que los mayores no terminemos no se parte", daba igual todos esperan aquella tarta, la que hacía la mujer del guardia Jesús, de chocolate y crema, siempre de chocolate y crema, sabía la señora Carmen que era la que más le gustaba a los niños y a Juan "el soltero", su marido siempre le decía como buen extremeño, exagerado, "Carmen algún día no llegará para todos", pero sabían que si la partía él llegaba y sobraba, estaban tranquilos porque ya en un cumpleaños compraron una tarta de 12 raciones, pero se juntaron cerca de 20 personas y Jesús se ofreció a partirla, hubo tarta para todos y sobró, además la señora Carmen, siempre hacía "pestiños" y "perrunillas" de su tierra, de Extremadura, Jesús era también el que se encargaba de hacer la caldereta típica en aquel Cuartel para la cena de la víspera, y el chocolate del día siguiente, del día del Pilar, temprano, mientras se daban los últimos retoques y se colocaban las mesas para los invitados, un año se le fue de las manos el chocolate, le oían decir "será por leche" y añadía leche, pero se conoce que se le quedaba un poco ligero y oían al poco tiempo "será por chocolate" y añadía chocolate, "será por leche", así estuvo un buen rato hasta que consiguió el chocolate como le gustaba, no muy espeso, eso sí aquel año hubo chocolate para el pueblo entero.

Eran eso una familia, el cabo, sus tres guardias y sus familias, la de todos los que vivían en el Cuartel, y como tal se comportaban, es cierto que en algunos momentos había roces, como en todas la familias, quien no se ha enfadado o se ha peleado alguna vez con su hermano, si había roces, y como en todas la familias se olvidaban al día siguiente.

Pero aquel año iba a ocurrir algo diferente, no iba a ser el Pilar como todos los años, un día antes de la víspera llegó el mazazo, un atentado de ETA, otro más, otro guardia, otro compañero asesinado, muy joven, apenas veinte años, aquel más cercano, poco después del atentado llegó la orden, se suspenden los actos de la Patrona en los Cuarteles y en la Dependencias de la Guardia Civil de toda España.

Era el día diez y el Cabo Pedro se reúne en su despacho con los guardias, les da la noticia, no se va a celebrar este año el Pilar, además el guardia asesinado es compañero, es amigo de Juan, salieron

juntos de la Academia, pero él ha decidido que se junten el día once todos, con sus familias para comer juntos, no van a decorar, no van a adecentar el Cuartel, no se va a celebrar el Pilar, pero unos asesinos no van a impedir que dejen de honrar a sus compañeros caídos, saben que la fiesta del Pilar es ante todo "una fiesta del compañerismo, en la que los componentes de cada acuartelamiento se reúnen para rezar por sus compañeros caídos en acto de servicio...", y eso van a hacer, este año con más fuerza si cabe, tienen que estar más unidos, más cercanos, tienen que animar a Juan "el soltero".

Los más pequeños no lo entendían entonces, llegaba la fiesta del Pilar, su fiesta y no la podían celebrar como todos los años, no lo entendían, el día once se juntaron todos, la señora María bajo sus tortillas, ese año no había ninguna con cebolla, la empanada gallega de la señora Juanita, igual de grande que todos los años, pero ese año la partió el guardia Jesús, hasta en eso era diferente la Patrona de ese año, el guardia Paco no protestó, y de postre tarta, no una sino dos tartas, iguales, de chocolate y crema, eran las que más gustaban a los niños, y la señora Carmen sabía que era la que más le gustaba a Juan "el soltero". La comida fue triste, algún comentario, Jesús el más dado a las bromas, sobre todo sobre su compañero Paco más serio, tampoco las hacía, a todos les asomaba una lágrima, pequeña, querían disimularla por Juan, y Juan, "el soltero", triste muy triste, casi llorando, todos pendientes de él, que no le faltase nada, que comiese, la que más la señora Carmen, para todas era como un hijo, pero para ella quizás más, hace años, muchos años, que una maldita enfermedad se había llevado al primero de sus hijos, al mayor y ahora tendría la misma edad que Juan "el soltero".

La tarde fue triste, muy triste también, de puertas Paco, le tocaba a Juan pero lo habían cambiado, la gente llegaba al Cuartel para llevar alguna cosa para el día siguiente, era la costumbre en el pueblo, entonces se les comunicaba que no se iba a celebrar la Patrona, y los motivos, y aquellos hombres de campo, curtidos, lo entendían, preguntaban por el guardia joven, que como estaba y se marchaban cabizbajos, murmurando "valientes hijos de puta, que querrán, porque no paran", fue un Servicio de Puertas largo, muy largo.

Por la noche se había ordenado que se pusiesen parejas en todos los Puestos para vigilar los Cuarteles, en el comunicado que habían dado los terroristas después de asesinar al guardia, habían amenazado las Casas Cuartel, y había que protegerlas.

El Cabo Pedro había nombrado el servicio, saldrían él y el guardia Jesús, Paco también se había ofrecido, quería estar ocupado, no pensar, tenía un cariño especial que intentaba disimular hacia aquel muchacho, hacia su compañero Juan, aunque todos lo sabían, pero el cabo había decidido que se quedase con Juan y las mujeres, cenando juntos, no quería que Juan estuviese solo, había que arroparle, como hace la familia, la verdadera familia, la que ellos formaban.

Sobre las doce se acerca un coche al Cuartel, la pareja estaba escondida, las capas y la oscuridad le daban protección, cuando el vehículo está cerca, sale el cabo Pedro y se cuadra, es el Capitán de la Compañía que les viene a vigilar, es un hombre severo, pero bueno, sabe que todas las parejas están fuera en un día tan señalado y no quiere dejar solos a sus hombres:

- ¡A sus órdenes, mi Capitán, sin novedad en el servicio!

- Que hay Pedro, ¿cómo estáis?

- Bien, mi capitán

- Y ¿Juan?, ¿como sigue?

- Esta bien mi capitán, está con nuestras familias y con Paco, le he quitado la puerta de hoy, y estamos intentando no dejarle solo, ahora mismo están cenando en el patio, sé que no se debía celebrar nada, pero esto mi capitán no es una celebración.

- Tenéis café?

- Si mi capitán

- Pues vamos a tomarnos uno, que se quede aquí Jesús con mi conductor y después que pasen ellos a tomarse uno

Cuando entró el capitán, estaban terminando de cenar, Paco se levantó y saludó, Juan no se levantó

- ¡A sus órdenes, mi capitán!,

- Buenas noches, bien Paco, bien, ¡que tal están?

Las mujeres no hablan, Juan esta callado. Paco es el que contesta,

- Bien mi capitán, sobrellevándolo, y mira a Juan, el capitán también le mira y asiente con la cabeza, no hicieron ningún comentario más, no hacía falta, se tomó el café en silencio, dio las gracias y salió fuera, les dijo al conductor y al guardia Jesús que se tomasen un café que la noche iba a ser larga y esperó junto al cabo a que saliesen,

- Gracias Pedro, por lo que estais haciendo

- No es nada, mi capitán.

El cabo Pedro bajo la mirada y movió tímidamente la cabeza, aquel no era un día como los demás, aquel era un servicio distinto, sabía que aquel iba a ser un Pilar distinto.

El día doce llegó, amaneció gris, triste, más triste de lo normal, amenazando lluvia, parecía que hasta la Virgen del Pilar estaba llorando, no hubo preparativos, ¿para qué?, no iban a celebrar nada, la Misa normalmente era a las doce del mediodía, Misa Mayor, pero el cabo había hablado el día anterior con don Rafael el párroco del pueblo, para comunicarle que iban a ir a Misa de nueve y media, no querían celebrar la de las doce, la Misa Mayor, estaban muy consternados con el atentado del día diez y solo querían oír Misa, dar las gracias a su Patrona y volver a su casa, al Cuartel, no se lo dijo, pero tampoco querían que les viesen tristes en un día tan importante, que les viesen llorar, Don Rafael que conocía a esos hombres, a todos, lo entendió, "muy bien Pedro, mañana a las nueve y media nos vemos".

Y llegó la hora, el camino a la Iglesia ese año parece más largo, solo ellos con sus familias, otros años les acompañan las autoridades, los amigos, la chiquillería gritando, este año el camino es más triste, al entrar en la Iglesia la encuentran llena, no falta nadie, todo el pueblo se ha congregado para oír Misa a las nueve y media, aquellos guardias no saben cómo se han enterado pero estan allí todos, en silencio, esperando a los guardias y a sus familias, según van pasando la gente sentada les saludaba moviendo tímidamente la cabeza, despacio cruzan la Iglesia hasta su sitio, el que como todos los años le han reservado, cerca de su Virgen del Pilar, por cierto estaba engalanada como lo hacían cada año las mujeres de aquellos guardias, aunque esta vez han sido las mujeres del pueblo, se sientan junto a su Patrona, cerca de Ella, parece que este año está más cerca aún de ellos. Este año la Misa parece más larga, el coro no canta, Pedro piensa "claro no habrán venido, estamos en Misa de nueve y media". Una vez acabada la Misa y antes de salir, el coro que ha permanecido en silencio toda la Misa, a una señal de D. Rafael entona el Himno de la Guardia Civil, los guardias, sus familias se sorprenden, no los habían visto, no habían mirado hacia el coro, ¿cómo han aprendido nuestro himno?, nunca se había cantado en la Iglesia, ellos lo hacían al llegar al Cuartel y entonces ninguno pudo reprimir ya las lágrimas, al fin la bendición y el ¡podéis ir en paz!.

Fuera les espera todo el pueblo, le van dando la mano uno a uno, sin hablar, solo la mano, a Juan con más fuerza, callados, no hay nada que decir, no hace falta decir nada, no han querido dejarlos solos en un día tan señalado para aquellas familias, son sus vecinos, sus amigos, son sus guardias y esta vez a ninguno de aquellos guardias le importó que le viesen llorar.

Antonio Mancera Cárdenas

Himno Guardia Civil