Las opiniones de Antonio Mancera

NO EXISTIA Y… HUBO QUE INVENTARLA

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Categoría padre: Mis cosas
Categoría: Mis opiniones
Publicado el Miércoles, 20 Mayo 2020 12:17
Escrito por Antonio Mancera
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Nos encontramos a mediados del siglo XIX, en una España convulsa, terminada la Guerra de la Independencia, la nación quedó plagada de malhechores, de soldados desertores que no deseaban volver a las faenas de la paz, de guerrilleros astutos acostumbrados ya a una vida aventurera sin la que no podrían vivir y de criminales que cuando llegó el invasor fueron puestos en libertad y que lucharon en principio contra este con gran valor pero, que una vez acabada la contienda no supieron o no quisieron volver a la vida honrada y tranquila del labrador.

A estos grupos de malhechores aparecidos tras la derrota del francés, se unen ahora desertores y vencidos tras la primera Guerra Carlista, entre los seguidores de Carlos Luis de Borbón y la Princesa de Asturias Isabel II, hermano e hija respectivamente de Fernando VII, tras la muerte del monarca. Todos ellos van a formar las famosas “partidas” de bandoleros.

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Isabel II, Reina de España entre 1833 y 1868

A esto hay que sumar la inestabilidad política por la oposición entre liberales y absolutistas, la falta de continuidad ministerial, la rapidez con que se cambian los gobiernos y sus equipos impide igualmente toda continuidad en la gestión de cualquier problema.

Hemos de subrayar igualmente, que la milicia española de principios del siglo XIX ya no tiene proyección exterior, el Ejercito ya no interviene fuera del país, permanece en la Península inactivo o sin entusiasmo por las empresas que le son encomendadas y que acomete, los medios debido a las guerras no son idóneos ni numerosos, la oficialidad se ha convertido en un terreno bien abonado para simpatizar con las distintas ideologías políticas en lucha, es utilizada como instrumento de los políticos haciéndose permeable a ideas y tendencias que hacen que la finalidad ultima de estos sean las pequeñas metas particulares, lo que hace que la cohesión entre los miembros del ejército se vea afectada, todo esto conlleva a que no se vea con buenos ojos, a que la clase política en el poder en cada momento no se fie de la utilización del ejercito para prevenir y controlar la inseguridad existente.

Debido a todas estas razones existe un mundo de bandolerismo y pillaje, de una inseguridad social y ciudadana palpable, especialmente dolorosa y presente en regiones como Andalucía y Levante, quizás las más conocidas, pero también en Cataluña y ambas Castillas, que además se va ampliando por la repercusión de las luchas políticas en la conciencia del pueblo, aunque surgen en un principio por una motivación social, ahora estas “partidas” de bandoleros se nutren además de campesinos echados de sus tierras tras la desamortización, desheredados de la fortuna, prófugos de la justicia, desertores del Ejército, fugados de cárceles, y por todos aquellos individuos que permanecen por un motivo u otro fuera de la Ley, problema este que sigue persistiendo en el tiempo por la falta de un poder verdaderamente enérgico que acabe con los desmanes de estos grupos.

El primer Gobierno tras las regencias, es el de Luis González Bravo, cuyo ministro de la Gobernación era el marqués de Peñaflorida, no era insensible a este cuadro y por lo tanto veía la necesidad de estabilizar de una manera definitiva, la gran inseguridad, la gran crisis de orden público, que reinaban en el país, por lo tanto dispuso en el año 1844 que se creara una fuerza armada de doble dependencia, al estilo de la gendarmería europea. En este sentido puede ser considerada sucesora de la antigua Santa Hermandad, disuelta poco antes, y que cumplió con funciones similares de 1476 a 1835 .

Mediante el Real Decreto de 28 de marzo de 1844, se da el visto bueno para la creación de una fuerza especial para el mantenimiento de la seguridad y el orden publico, en el preámbulo explicativo se narra la necesidad de esta nueva creación:

“Que no se considera preciso descender al examen de las obvias razones en que se funda el establecimiento de una fuerza especial de protección y seguridad pública” ya que “el orden social reclama este auxilio, el Gobierno ha menester una fuerza siempre disponible para proteger las personas y propiedades, y en España, donde la necesidad es mayor por efecto de sus guerras y disturbios civiles, no tiene la sociedad o el Gobierno mas apoyo ni escudo que la milicia o el Ejercito, inadecuados para llenar este objeto cumplidamente o sin perjuicios”

Esta claro que no se fía el Gobierno de un Ejército sumamente politizado, y totalmente desmotivado, y por supuesto mucho menos de la Milicia Nacional, una institución típicamente progresista y desmantelada cada vez que sube al poder un Gobierno moderado.

En ese mismo decreto para evitar susceptibilidades y tratar de delimitar la esencia de la nueva fuerza de seguridad que se quería crear y su situación con y en el Ejército de dice textualmente:

Al determinar la organización del nuevo Cuerpo se ha tenido presente la índole peculiar de este instituto, el cual no se aviene con la división propia de los cuerpos de ejército, porque su principal ventaja estriba en la diseminación de la fuerza en muchas y cortas fracciones; de donde ha resultado el establecimiento de tercios, escuadrones o compañías, mitades y escuadras, cuya forma es la que se acomoda más a la naturaleza y al servicio habitual de la protección y seguridad. Ni correspondería tampoco esta institución a la esperanza que justamente prometen sus buenos efectos en otras naciones, si al propio tiempo no se previera el mayor esmero en la elección de los individuos que deben mandar y constituir el Cuerpo; en consideración a lo cual se realiza la importancia de los mandos creando jefes y oficiales de categoría superior respecto a los de igual clase en el ejercito, y se limita la admisión, fuera de casos muy raros, a los licenciados con buena nota y de justificada conducta aún después de haber dejado el servicio de las armas. Esa misma consideración explica las promesas de sueldos y haberes algo más elevados que los ordinarios”.

Como vemos en este decreto, la honradez de los futuros miembros de la nueva fuerza, de los futuros guardias civiles, es uno de los requisitos en los que ya se piensa desde el principio, es en este decreto de 28 de marzo de 1844, donde se da el pistoletazo de salida para la creación de la futura Guardia Civil, aunque para el nacimiento oficial quedan aún unos meses.

Tras cinco meses de permanencia en el poder, González Bravo es sustituido por Narváez, el nuevo Gobierno sigue decidido a organizar el nuevo Cuerpo para salvaguardar la seguridad y el orden público, y para llevarlo a cabo es necesario encontrar al hombre adecuado y el más adecuado no era otro que don Francisco Javier Girón y Ezpeleta de las Casas y Enrile, II Duque de Ahumada, vinculado a Narváez, amigo de este y uno de los militares mas sobresalientes en ese momento, no en vano era Inspector General del Ejercito.

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Ramóm María Narváez y Campos.
Presidente del Consejo de Ministros de España entre 1844 y 1868

 Para eso el Gobierno dicta una Orden de fecha 15 de abril de 1844, la que podríamos llamar el embrión de la nueva fuerza, en la que textualmente se le comunica al que sería a la postre el fundador de nuestra Guardia Civil lo siguiente:

“S.M. se ha dignado comisionar a V.E. como Director de la organización de la Guardia Civil, y señalar para proceder a ello los puntos de Vicálvaro y Leganés. A fin de que V.E. pueda sin pérdida de tiempo dar principio al importante cometido que la digna acción de S.M. le confía, y evitarle en lo posible consultas que naturalmente le ocurrirían para su mejor desempeño, debo decirle que V.E. queda facultado para proponer las medidas que conduzcan a la más útil organización de esta Fuerza, en vista de los elementos que para ella puedan emplearse, teniendo en consideración que del acierto de su primera planta depende su porvenir y el que produzca el feliz resultado a que se le destina. Muy recomendable e importante es la brevedad, pero más aún lo es la perfección”.

No es Ahumada una persona que deje nada al azar, sabe que efectivamente, una buena organización es primordial para el futuro del Cuerpo, sabe igualmente que es necesario para las misiones que le van a ser encomendadas a los hombres que deberán conformar la nueva fuerza de salvaguardia, que estos sean soldados “limpios y jóvenes”, palabras textuales del Duque de Ahumada, y lograr ese hombre va a ser su objetivo.

Una vez recibida la orden para que se haga cargo de la creación del Cuerpo de Guardias Civiles, y conocedor del Decreto de 28 de marzo, Ahumada remite el 20 de abril a los Ministerios de Estado y de la Guerra un escrito en el que hace unas observaciones sobre la tarea que le ha sido encomendada, y redacta en ella unas condiciones imprescindibles, para poder hacerse cargo de la organización del Cuerpo, quiere hacer desde un principio las cosas bien y a su manera, sabe que el único medio de dotar a la Guardia Civil de un mismo espíritu y que este no se pierda con el tiempo y la dispersión, es una puesta a punto progresiva y centralizada, este escrito bajo el nombre de “Bases necesarias para que un general pueda encargarse de la formación de la Guardia Civil”, dice lo que sigue:

“1º, Que esté conforme con la organización que debe darse al Cuerpo, encontrando a la actual la gravísima falta de estar mezquinamente dotados los guardias civiles, a los que se iguala en condiciones a los “peseteros”.

2º, Que este general ha de tener intervención en el vestuario que ha de dar, así como en los caballos y monturas.

3º. Que la propuesta de todos los jefes y oficiales ha de ser suya.

4º, Que hasta que cada Tercio sea entregado definitivamente organizado, el general encargado de la organización ha de poder proponer al Ministerio de la Guerra, o decidir por sí, la separación o vuelta a la situación de la que salieron, de todos los jefes, oficiales, sargentos, cabos o guardias que fueren llamados para tener entrada, y por una u otra causa no convenga su permanencia.

5º, Que la organización ha de ser progresiva, formando primero un Tercio; concluido éste, otro, y según por el Ministerio de Guerra se prevenga.

6º, Que cuanto haya hecho el Ministerio de la Gobernación sobre el particular, pase al general encargado de la organización, quedando todo enteramente radicado en el Ministerio de la Guerra hasta la total conclusión de la organización.

7º, Los que tengan entrada en el Cuerpo han de presentarse personalmente al general en esta Corte, para marchar desde ella a Leganés los de Infantería, y a Vicálvaro o Alcalá los de Caballería, en cuyos depósitos se han de organizar todos los Tercios, para desde allí marchar a las provincias a que cada uno sea destinado.”

Ya está en marcha el proyecto, ya se ha designado a la persona que debe llevarlo a buen término y ésta ha dado no sólo su aprobación sino que ha puesto sus bases para hacerlo, Narváez forma su Gobierno el 2 de mayo junto a Vistahermosa y tenidas en cuenta todas con las indicaciones del Duque de Ahumada, expone Isabel II la necesidad de reformar el pasado decreto del 28 de marzo, y tanto las Bases como las indicaciones que ha dado Ahumada aparecen ya formuladas en el Decreto de 13 de mayo de 1844, es este momento, es este decreto el del verdadero nacimiento de la Guardia Civil.

Ahumada no es propicio a la improvisación, y para empezar con su nueva tarea revisa incansablemente las hojas de servicio de todos los aspirantes, prescinde de sus antecedentes políticos, ya que únicamente busca hombres de acrecentado honor y demostrado valor, pero también de conciencia limpia, con paciencia busca jefes y oficiales, que se mantengan fuera del juego político y de las conspiraciones políticas de turno, y es extremadamente exigente en cuanto al personal que deberá ingresar en el Cuerpo, deberá tener un temple especial para poder afrontar las tareas que el futuro y el servicio le deparará, y para ello dicta un fuerte criterio de selección, los requisitos para ser admitido son:

1º, Ser licenciado en el Ejército, con buena hoja de servicios, y de buena conducta después de haber obtenido la licencia. En igualdad de circunstancias, serán preferidos los de la clase de Sargentos, a la de Cabos, y los de esta a la de soldados. Únicamente en casos muy especiales podrá eximirse del requisito de licenciado.

2º, No tener menos de veinticinco, ni más de cuarenta y cinco años de edad.

3º, Tener a lo menos cinco pies y tres pulgadas de estatura.

4º, Gozar de perfecta salud y ser de complexión robusta.

Con estos requisitos se aseguraba, que el Guardia Civil, fuese de conducta intachable, un veterano, un profesional, un conocedor en el manejo de las armas y la instrucción, un hombre que ya sabe lo que es la vida militar y lo que conlleva y que además está adaptado a ella, la talla que se le exige es además mayor que la que se exigía en el Ejército, pero es que además debe saber leer y escribir. Todo ello imprimirá carácter al Guardia Civil y le dotará de autoridad y respeto.

Después de promulgarse el decreto de 13 de mayo de 1844, ahora sí, se va dando forma poco a poco a lo que será la Guardia Civil, se utilizarán dos emplazamientos para lo que sería la formación de los primeros guardias civiles, uno situado en Leganés para Infantería y otro en Vicálvaro para Caballería, se nombran los Coroneles directores de esos centros, los designados son, don Carlos Pulgort y don León Palacios respectivamente, y la Dirección General se instala en Madrid, en la calle de Torija numero catorce.

Para el Duque de Ahumada, es importante como hemos dicho la disciplina, hasta el extremo de que esa inflexible disciplina, ese espíritu de servicio, tanto suyo como de sus hombres, hace en los diez primeros años de existencia del Cuerpo bajo su mando, se sucedan dieciséis equipos de Gobierno diferentes, pero también es importante el carácter, el servicio, las cualidades humanas, el conocimiento de sus guardias civiles y para ir modelando todo esto, va dictando una serie de circulares de obligado cumplimiento, así es como va modelando el espíritu de la Guardia Civil, quizás la más importante de estas ordenes y normas, de estas circulares internas, dictada de su puño y letra, que será en definitiva el embrión de la futura “Cartilla del Guardia Civil”, el verdadero Credo que todo guardia civil deberá seguir es la siguiente:

Las cualidades morales del guardia civil deben ser una de las principales atenciones de la oficialidad. La principal fuerza del Cuerpo ha de consistir en la buena conducta de los individuos que lo componen. Los principios generales que deben guiarle son la disciplina y la severa ejecución de las leyes. Deben atemperar el rigor de sus funciones con la buena crianza, siempre conciliable con ella; de este modo se granjearán la estimación y la consideración pública. El guardia civil no debe ser temido sino de los enemigos del orden. El guardia civil sin moralidad no puede granjearse la estimación pública; debe dar ejemplo del orden, pues está encargado de mantenerlo. Los guardias civiles deben ser prudentes sin debilidad, firmes sin violencia y políticos sin bajeza. Las vejaciones, los malos modos y la grosera altanería deben ser reprobados como poco a propósito para granjearse el aprecio del público. Los enemigos del orden de cualquier especie temerán más a un guardia civil, sereno en el peligro, fiel a su deber, siempre dueño de sí mismo, llenando sus funciones con dignidad, prudencia y firmeza, que al que con amenazas y malas palabras no logra más que malquistarse con todos. Los guardias civiles deben procurar, aún cuando no estén de servicio, nunca reunirse con malas compañías, no entregarse a diversiones impropias a la gravedad y mesura del Cuerpo, procurando siempre alternar y fomentar la mayor cordialidad entre compañeros. No basta a los guardias civiles presentarse aseados un día de revista o cuando entren de servicio, deben estarlo constantemente para su buen porte y constante aseo; esto contribuirá en gran manera, a granjearse la consideración pública, cuyas circunstancias nunca deben perder de vista. Además del cuidado de todo el que ejerza mando acerca de la instrucción de su tropa, procurará también que se adiestre en la relación de partes verbales y por escrito, así como en la formación de atestados. Una de las primeras circunstancias que deben concurrir en la Guardia Civil es que cada uno tenga un exactísimo conocimiento del país que está encargado de vigilar, de modo que el jefe de cada puesto no debe ignorar caminos, sendas, bosques, barrancos y demás accidentes de la topografía de su demarcación. Otra es el conocimiento que debe adquirir de aquellos hombres que por sus malos antecedentes, o desconocido modo de vivir, conviene que estén vigilados. Se inculcarán estos principios a todos; para lograrlo, no se omitirá medio alguno, y en las revistas los jefes y oficiales harán especial observación sobre las cualidades de sus subordinados, y si resultase que alguno no tiene todas las necesarias para el servicio del Cuerpo, me propondrá su separación, fundada en las que le falten.

Dios guarde a V.S. muchos años – Madrid, 16 de enero de 1845, – El Duque de Ahumada”.

Y es importante la citada orden porque poco después, ese mismo año, más concretamente el 20 de diciembre de 1845, es aprobada por S.M. la Reina Isabel II en Real Orden, la Cartilla del Guardia Civil, redactada por la Inspección General del Arma, como hemos dicho el verdadero Credo de todo guardia civil, que incluirá parte de las normas redactadas en la anterior orden y que comienza con unas palabras conocidas por todo el mundo, no solo por los miembros de la Guardia Civil:

El Honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás”.

Ahora si, ya esta presente la Guardia Civil, por fin una mañana de septiembre, concretamente el día 1 de septiembre de 1844, en las proximidades de la glorieta de Atocha ( Madrid ), forman 1.500 hombres de Infantería y 370 de Caballería, los que había, los primeros, pasando revista el propio Narváez, escoltado por el Duque de Ahumada, ante la atenta mirada de numerosos testigos, ante el pueblo de Madrid, ante todo el Gobierno, allí estaban el presidente del Gabinete y también el ministro de la Guerra. Ese mismo día, don Francisco Javier Girón y Ezpeleta de las Casas y Enrile dejaba de ser director de la Organización de la Guardia Civil y era nombrado Inspector General del Cuerpo de la Guardia Civil. Es por lo tanto el primer Director del Cuerpo, comentan los cronistas del momento que todos quedaron sumamente interesados en la realidad del nuevo Cuerpo. Aunque la entrada definitiva de la Guardia Civil en la Historia de España, su verdadero bautizo para toda España, fue la parada militar conmemorativa de los catorce años de Isabel II, el 10 de octubre del año fundacional de 1844, donde cinco compañías de Infantería y dos escuadrones de Caballería de la nueva Guardia Civil, cubrieron la carrera integrados en el total de la guarnición de Madrid entre el Palacio de Oriente y las Cortes.

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Hasta aquí su creación, a partir de aquí el devenir de la historia de la propia Guardia Civil, plagada de hechos gloriosos, beneméritos, de ayudas desinteresadas, de servir a España, de servicios intempestivos, de kilómetros de correrías, a pie, a caballo, en cualquier vehículo, de dar en algunos casos hasta la ultima gota de su sangre, hasta el ultimo aliento de vida por los demás, por la seguridad, por la libertad, la historia de la Guardia Civil es la historia de España, aún hoy se sigue conservando el verdadero espíritu de Ahumada, a pesar de los tiempos y los cambios, a pesar de guerras y Gobiernos, siempre y ahora mas que nunca, fiel al articulo 1º de su Cartilla, “El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil,…..”, que además convierten en su lema, en su forma de vida y así aparece en las entradas de los propios cuarteles, para recordar y que recuerden los que estos habitan o visitan.

Por Antonio Mancera Cárdenas. Guardia civil retirado (accidente acto de servicio).