Las opiniones de Antonio Mancera

La IGNOMINIA DE SÁNCHEZ O CUANDO PEDRO ACABÓ CON ETA

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Categoría padre: Mis cosas
Categoría: Mis opiniones
Publicado el Viernes, 05 Marzo 2021 17:01
Escrito por Antonio Mancera
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Una ofensa grave y pública que sufre el honor o la dignidad de una persona o de un colectivo, es una ignominia, y eso es lo que ha querido escenificar Pedro Sánchez, menoscabar el honor y el crédito de las víctimas de ETA. Se dice que con la ignominia se pretende que se pierda  el respeto de los demás a causa de una probable acción indigna o vergonzosa. Y que esta es sinónimo de injuria y vergüenza.

Pero en realidad en este caso, como en otros muchos protagonizados por el Gobierno de Sánchez, quien se ha ganado el descrédito y quien ha perdido el respeto de los demás, es precisamente el Presidente y su gabinete, al primar, de forma indigna y vergonzosa, el beneficio de los asesinos sobre el dolor el dolor de las víctimas.

El protagonizar el paripé de la destrucción de las supuestas armas de ETA, intervenidas por la Guardia Civil y los Cuerpos de Seguridad, el  hacerlo de manera pública y querer que sea visible para toda la sociedad, agrava la ignominia y da lugar a que las víctimas se sientan humilladas por quien debería protegerlas, sientan vergüenza por un acto que las distintas asociaciones tenían ya previsto cinco años antes con una sola idea, honrar a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, por su compromiso con la sociedad, por su sacrificio y por su lucha contra ETA, lo que hace que el Presidente sea el usurpador de un acto que ni era para él, ni él debería haber sido el protagonista del mismo.

Sabía Sánchez lo que hacía, ya que uno de los personajes históricos que conoce muy bien nuestro presidente y que más ha hablado de la ignominia fue Karl Marx, padre del marxismo y del comunismo moderno, que dejó patente que la ignominia para que fuera considerada como tal debía ser consciente, debía hacerse pública.

Pero además no deberíamos pasar por alto el hecho de que la ignominia está vinculada normalmente a situaciones de injusticia y que supone un proceder que no tiene en cuenta el mal que causa o quizás sea peor en el caso de nuestro Presidente, que incluso haya querido provocarla.

No es baladí el acto, la destrucción de las armas que habrían empuñado los asesinos etarras, terroristas a los que el Gobierno cada viernes acerca al País Vasco sin colaborar con la Justicia, asesinos con beneficios a los que no se les pide para concedérselos que esclarezcan los más de trescientos asesinatos de ETA aún sin resolver, como no lo es el escenario elegido, el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro, situando el acto, para humillación de los guardias civiles, junto al monolito dedicado a los guardias civiles caídos en acto de servicio, caídos frente al terrorismo donde se lee “La Guardia Civil muere pero no se rinde”, como tampoco lo es la puesta en escena, ni un símbolo nacional, ni banderas ni himnos nacionales para no cabrear a los socios, entre los que se encuentran los herederos etarras,si hasta a la apisonadora se le ha quitado su personalidad pintándola de un gris plomizo para que no revele que en realidad era una apisonadora de un bonito color verde caqui, no sea que alguien se nos enfade.

No deja de ser el acto una incongruencia política, una más de este desgobierno, se destruyen las armas y se beneficia a los que las empuñaron para asesinar a cerca de mil españoles inocentes, olvidando, o queriendo que olvidemos, que no son las armas las peligrosas sino quienes las empuñan.

Como una incongruencia es el discurso de Sánchez, decía ayer el Presidente, en un verdadero atentado al sentido común viniendo de quien ha pactado con los proetarras, que “No se puede cambiar el pasado. Tenemos la capacidad y la obligación de reparar el dolor y de restaurar el compromiso con las víctimas”, añadiendo “Que quien entrega las armas es porque se encuentra vencido”, un atentado al sentido común porque el dolor de las víctimas se repara con justicia, no piden más, pero también con dignidad y con memoria, no se puede cambiar el pasado, pero nuestra única obligación es que no se olvide quien es ETA, que no se  olviden los más de 300 asesinatos sin resolver, que no se blanquee a los etarras desde el propio Gobierno. En cuanto a que ETA ha entregado la totalidad de su arsenal, solo hay que recordar cómo tras el circo de la entrega de armas, la Guardia Civil siguió encontrando zulos con armas etarras, en su día dijeron fuentes cercanas a los asesinos que habían olvidado su ubicación y a la afirmación de que ETA se encuentra vencida, tan sólo hay que mirar cada día hacia el Congreso y ver a los herederos de los asesinos de ETA en el hemiciclo como socios prioritarios, junto a separatistas, independentistas, nacionalistas y radicales, del actual Gobierno español.

Sánchez, el único presidente que no ha visto su legislatura empañada por el terror de ETA, ni manchada con la sangre inocente de las victimas de los terroristas, se ha adueñado del acto como si él mismo en persona hubiese derrotado a ETA, queriendo que olvidemos de la no disolución de ETA y que ahora los proetarras están, gracias a él, en las instituciones democráticas, a pesar de que quedan más de 300 asesinatos sin resolver y decenas de terroristas por detener.

Un acto de propaganda más que pretende ocultar el rotundo fracaso del Estado de Derecho frente a los violentos, la humillación al que el Gobierno ha venido sometiendo a las víctimas y que además demuestra la miseria moral de la clase política en general y del Gobierno actual en particular. Un acto al que sólo se faltaría para ser perfecto, unos “observadores internacionales”, elegidos por los asesinos etarras, que hubiesen certificado la destrucción de las armas, como certificaron la entrega.

Decía Jacinto Benavente que "Lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos", es lo que ha realizado Sánchez con este acto, evidenciar la equidistancia que el Gobierno mantiene con las víctimas y sus asesinos.

Creo que Sánchez es ciego o simplemente no quiere ver, decía Leonard Cohen que "A veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quienes están del otro lado".

Antonio Mancera Cárdenas