Relatos de la Guardia Civil

Un servicio memorable de los primeros Guardias Jóvenes

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Categoría padre: Guardia Civil
Categoría: Relatos
Publicado el Sábado, 13 Agosto 2016 16:26
Escrito por Antonio Mancera
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Una demostración elocuente del espíritu y sentido del deber que se inculcaba a los “guardias Jóvenes” en el Colegio, quedó patente en la noche del 1º de diciembre de 1859. La crónica de una publicación de la época, lo relataba así:

Cerca de las dehesas de Amuriel (Madrid) el terreno es bastante accidentado. En una hondonada próxima a un acueducto había seis hombres de mala catadura. Poco después llegaron otros dos embozados. Al rato llegaron otros más. También envueltos en sus capas, para poner a los anteriores en el “antecedente” de que el trabajo iba a consistir en apoderarse de treinta talegas de dinero, más había que tener mucho cuidado para “no toparse” con la Guardia Civil.

Hacia las diez de la mañana, el carro de la Dirección del Canal de Isabel II partía de Madrid camino de Torrelaguna, atravesando el Campo de Guardias, transportando treinta mil duros, importe de la nómina de jornales de las obras. El caro, ocupado por su conductor y los funcionarios Monedero y Palacios, iba escoltado por una pareja de Infantería, relevada de puesto en puesto. Al llegar a Alcobendas detuviéronse para almorzar. El camino estaba pésimo y a veces, para sacar el carruaje de los atolladeros, había que descargarlo. En uno de estos momentos son sorprendidos por los ocho salteadores ya dichos. La pareja de escolta no había tomado las debidas precauciones, y cuando intentaron reaccionar se encontraron desarmados y maniatados. Los funcionarios del canal intentan fugarse, pero parte de los forajidos les da alcance. Una vez todos reunidos les hacen marchar por un arroyo, amenazándoles uno de los salteadores con “salirles los tacos por el pecho” si intentaban algo. A media tarde hacen alto en apartado paraje. Amarran a los rehenes y escapan con el botín.

Denunciado tan considerable robo, se realizaron activas gestiones por el subteniente Manuel de la Huerta, comandante de puesto de El Molar. Dándose como pista fiable que en Seseña, un tal Antonio Montes podría tener alguna relación con el atraco. De la Huerta toma el tren en Atocha, encontrándose con Vicente García Aguado, que se dirige a Valdemoro. Durante el trayecto cambian impresiones, exponiendo el subteniente que ha de ir solo, por estar todos sus hombres ocupados en otros asuntos. García Aguado pone a su disposición dos guardias y cuatro alumnos voluntarios a las órdenes de un sargento instructor

El éxito del servicio no pudo ser más completo. Sorprendidos los ladrones en Seseña, hicieron frente a la fuerza. El guardia joven Agustín Fernández Andrés, en la refriega, da muerte a uno de los salteadores, mientras su compañero Romualdo Franco Ortega dejaba a otro malherido. Los demás decidieron entregarse. Cuatro escopetas, un retaco, un revólver, una pistola y tres puñales, además de quince mil duros rescatados, fue el balance positivo del servicio. Los guardias jóvenes fueron recompensados con la Cruz Pensionada de María Isabel Luisa.