Relatos de la Guardia Civil
RELATOS: BOCA-ROIDA.
- Detalles
- Categoría padre: Guardia Civil
- Categoría: Relatos
- Publicado el Viernes, 12 Agosto 2016 21:46
- Escrito por Antonio Mancera
En la mañana del 4 de Agosto de 1861, un hombre de torcida mirada y fisonomía semisalvaje, se aproximaba con paso acelerado á las tapias de un cortijo llamado del Cerezal, término de Estepa (Sevilla).
Sus rápidos movimientos y las miradas temerosas que á cada paso dirijia sobre los costados del camino revelaban la agitacion en que su ánimo debia encontrarse.
Vestía un pantalon muy alto, unas alpargatas, un chaleco de lana, y sobre los hombros una gruesa manta arrollada que hacia brotar copiosamente el sudor del caminante.
Todo indicaba en él venir huido y era grande el empeño que ponia en prevenir la presencia en el camino de algunas personas.
Llegó por fin al cortijo, abrió la puerta con mano hábil y penetró en el primer corral, que no daba indicios de la presencia de otros seres.
Sin duda el recien llegado sabia que aquellas habitaciones estaban solitarias, porque sin llamar á nadie ni averiguar eosa alguna, pasó á otro de los corrales, tendió en el suelo su manta, cayó mas bien que se sentó sobre ella y reclinando su cabeza en la parduzca y polvorienta pared del corral, procuró dormirse.
No lo consiguió sin embargo. Sus músculos saltaban y la sobreescitacion nerviosa de su ánimo ahuyentaba la languidez del sueño.
Queriendo dominar el temor que le poseia se dirigió á un ángulo de la estancia donde estaban hacinados varios aperos de labranza, y sacó de un oculto lugar un retaco de dos cañones.
Examinó minuciosamente los muelles del arma, midió y aumentó la carga, y volviendo á sentarse colocó el arma sobre las dos piernas y durmió entonces aunque no con completo reposo.
Aquel hombre se llamaba Manuel Machuca (a) Boca-roida, forajido célebre por sus muchos delitos y por haber sorprendido poco tiempo antes á don Antonio Faidargo, vecino de Estepa, obligándole á una contribucion de tres mil duros.
Pocos momentos debia durar su intranquilo sueño; breves minutos pasaron cuando un golpe dado con fuerza en la puerta del cortijo le hizo saltar como un tigre herido. Aplicó atentamente el oido al rumor esterior que se percibia, y conociendo que la puerta del primer corral había sido abierta, cerró la del en que se hallaba, apoyó el cañon de su retaco en su brazo izquierdo, y en este ademan de amenazante calma, esperó todo lo que pudiese sobrevenir.
II.
Los que aquel efecto habian producido en el bandido abriendo la puerta del cortijo, eran individuos de la Guardia Civil Pedro Millan y Ramirez, Guardia de 1.a clase, José Sanchez Esteve, de 2.a, destados en el pueblo de Estepa y bajo las órdenes del Alférez D. Leandro Lago y Rodríguez, Jefe la la línea.
Suponiendo este oficial que venia ocupándose de la persecucion de Machuca, que el bandido se habia refugiado en aquellas paredes, quiso conocer pronto si alli estaba y para lograrlo entró decididamente en el cortijo seguido de los Guardia Millan (1) y Esteve.
Pasaron un corral; monta el Alférez su revolver y se dispone a franquear la puerta del segundo. Suena entonces una detonacion.
El bandido habia disparado uno de los cañones de su retaco por la hendidura de aquella puerta.
La bala traspasó desgraciadamente la mano derecha del alférez y le rompe en mil pedazos el revolver.
Se arrojan á la puerta los dos Guardias y la abren llenos de ira al ver la sangre de su jefe.
Un segundo disparo del bandido pone en gravísimo riesgo la vida del Guardia Esteve que se salva milagrosamente.
Lánzase solo al medio del corral su compañero Milan ve que el bandido va á disparar otro tiro, se echa á la cara el fusil, sale el tiro y con tan buen tino que levanta al bandido la tapa de los sesos.
Como aquel no pudo por la rapidez del hecho, conocer la importancia de la herida ocasionada, ni aun si le habia herido, soltar el tiro y arrojarse seguidamente al bandido fué tan instantáneo que no cayó al suelo el foragido porque la bayoneta de Milan y Ramírez penetrando en su pecho le detuvo.
Esta captura, conseguida en el solo trascurso de tres minutos, era de mucha importancia por los funestos antecedentes del Machuca.
El alférez D. Leandro Lago mereció por ella el grado de teniente que hoy conserva, y los Guardias un brillante hecho que añadir á los muchos prestados á la sociedad.
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