EL MOTÍN DE LA VILLA DE DON FADRIQUE

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Categoría padre: Historia Guardia Civil
Categoría: Retazos de Historia
Publicado el Domingo, 28 Agosto 2016 19:48
Escrito por Antonio Mancera
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En 1931, proclamada la Segunda República, la creciente conflictividad socio-laboral culmina con una huelga general, la Guardia Civil es la encargada por el Gobierno de restablecer el orden público, acabar con los encuentros armados entre socialistas, anarquistas y en algunos casos nacionalistas, de sofocar los constantes ataques contra la fuerza pública, especialmente contra la Guardia Civil, acciones como la ocurrida en Chipiona, donde es asaltado el cuartel de los Carabineros, con un balance entre los atacantes de dos muertos y cuatro heridos, o como el suceso ocurrido en Pinos Puente en una refriega con la Guardia Civil, donde muere una niña y hay cinco heridos graves, u otros acaecidos como los sucesos de Castilblanco ocurridos en diciembre de 1931, donde cuatro guardias civiles son masacrados por la multitud enfervorizada, mutilados y profanados sus cuerpos, se van sucediendo en un clima de violencia.

Los encuentros armados entre militantes de diferentes ideologías comienzan a ser habituales, socialistas y radicales se tirotean en la provincia de Huesca, cesando la lucha ante la presencia de la Guardia Civil; en Elda se registra un muerto en los enfrentamientos armados, en Melilla y nuevamente en una reyerta entre socialistas y sindicalistas se producen dos muertos y en Olaveaga (Vizcaya) en enfrentamientos entre nacionalistas y socialistas se producen, tras un tiroteo, varios heridos por ambos bandos.

La fiesta del trabajo del trabajo en al año 1932 se celebra en Madrid con un balance de once heridos; un guardia civil, Ignacio vecina, es asesinado en el Bonilla (Albacete) cosido a puñaladas, mientras el comandante de puesto, sargento Relaño, es herido gravemente; en Horcejos (Zaragoza) hay dos muertos y en La Aguilera (Burgos), otro muerto y varios heridos; en Sevilla, un muerto y diez heridos, en Córdoba un muerto y nueve heridos; en Bilbao, en otro encuentro, veinticinco heridos y en Salvaleón (Badajoz), tres muertos.

villa-deposito-armas-sevillaTodo hace presagiar la elaboración de un amplio plan anarquista, organizado para obligar al Gobierno de la República a considerar el levantamiento de destierro a Guinea de los detenidos por la revuelta de la cuenca de Llobregat. El capitán Lisardo Doval Bravo, jefe de la compañía de Écija, dio con los hilos de la trama anarquista, al investigar la explosión de dos petardos en Montellano. Después de pacientes indagaciones, las pistas conducen al barrio de Santa Cruz de Sevilla, donde en una cochera se había improvisado un taller para fabricar granadas de mano. Fueron requisadas doscientas ya terminadas y cargadas y cerca de mil a medio construir. En la documentación ocupada se encontraron nombres y direcciones que permitieron la desarticulación y detención de los implicados, además de la localización de “valiosas sucursales” en Andújar, Sevilla, Málaga, Santander, Constantina y Utrera, Pilas y Alcalá de Guadaira.

El 8 de julio de 1932, se corre la noticia en círculos madrileños de que en la provincia de Toledo habían surgido nuevos brotes revolucionarios. El foco principal de la sedición era la localidad de la Villa de Don Fadrique; el matiz ideológico, abiertamente comunista. El máximo responsable era el médico de la localidad, Cayetano Bolívar, secundado por el alcalde y el juez municipal. Desde las primeras horas, la mayoría del vecindario, previamente seleccionada, había tomado el acuerdo de declarar la huelga general para protestar por la entrada al trabajo de la siega de campesinos de otros pueblos.

La Guardia Civil del Puesto tenía noticias de lo que se tramaba, y al darse el hecho de que los accesos al pueblo habían sido tomados por lo amotinados, se dirigió hacia ellos para invitarles a que depusieran su agresiva actitud. Los guardias civiles son recibidos a tiros. Se generaliza la refriega, con el resultado final de un guardia civil y tres paisanos muertos, y seis guardias y diez comunistas heridos. La resistencia, no obstante, prosigue obstinadamente. De los puestos limítrofes llegan refuerzos, muy reducidos, pero menos es nada. La causa es que tanto en Lillo como en Villacañas también existen brotes revolucionarios y enfrentamientos. Las cosechas son incendiadas, y al levantarse el viento las llamas llegan a algunas casas del pueblo. Los vecinos huyen atemorizados a campo abierto. El conato sedicioso aumenta sus proporciones. Los sublevados son ya medio millar y Cayetano Bolívar les hace construir trincheras para llevar la resistencia al último extremo. También se colocan grandes piedras y troncos a modo de obstáculos en los accesos para impedir la entrada de vehículos con más refuerzos de la Guardia Civil. Tampoco han olvidado poner cerco a parte de la fuerza pública refugiada en una casa. Como es norma, cortan las comunicaciones telegráficas y telefónicas y levantan un tramo de la vía férrea. Realizados estos sabotajes, toman posiciones en el perímetro del pueblo y esperan la llegada de fuerzas de socorro; otros grupos se sitúan en puntos estratégicos de calles y plaza.

Cayetano Bolívar, que no se da un momento de respiro, ha formado el “soviet local”. Para enardecer los ánimos, el alcalde manda al pregonero para que de lectura a un párrafo entresacado de “El Socialista” que decía: “El movimiento revolucionario iniciado con el derrumbamiento de la monarquía no ha terminado aún; los elementos que oprimían y explotaban al país bajo en antiguo régimen tratan de introducirse en el nuevo y disponer de él a su antojo. El partido Socialista y la Unión General de Trabajadores dan la voz de alerta a todos los ciudadanos y se disponen a cumplir como siempre con su deber, con toda dignidad y toda energía

La Casa Cuartel de la Villa de Don Fadrique fue defendida por tres guardias, de los que uno de ellos se hallaba enfermo en cama. El comandante del puesto, Florentino Martín, había sido hostilizado por los amotinados con el pretexto de haberle recogido a uno de ellos un estoque de torero, que agresivamente esgrimía a la usanza militar. Antes de dar una carga enérgica para disolver los grupos se dieron los reglamentarios toques de atención, hecho que fue suficiente para los revoltosos para abrir fuego contra los guardias, usando escopetas y otras armas, desde varias casas donde se encontraban apostados esperando a los guardias civiles.

Un segundo guardia es herido, y el cabo ordenó que se disparase a dar a un sujeto que se había apostado en una esquina, autor de la herida del guardia civil. Después de una pausa vuelve a generalizarse el tiroteo; los guardias tienen que replegarse hacia las afueras del pueblo para evitar ser envueltos. Parapetados, en las eras, resisten el fuego que les dirigen desde varias direcciones, y especialmente desde las tapias del cementerio. Tras varias horas de pugna aparece el alcalde portando bandera blanca, con el propósito de parlamentar con el comandante de puesto, para que deje en libertad al barbero local Félix Nieto. El cabo Martín como era de esperar no atendió a la petición.

Cuando se reanuda el tiroteo hace su aparición el alférez Amancio Martínez, jefe de la línea, con seis parejas. Al llegar a la primera barricada de la carretera es tiroteado desde una casilla de camineros, teniendo que resguardarse junto a la fuerza que le acompaña en un terraplén de la vía férrea. Desde allí hacen fuego contra los atacantes, manteniéndolos neutralizados hasta que se presenta un grupo de guardias civiles de caballería, procedentes de Villacañas, mandados por el Sargento Estarellas, que tras unas galopadas y sablazos, logra tomar contacto con el cabo Martín.

Se ocupó la casa de “Cuchillas”, lugar este desde donde se hacía fuego con más intensidad, capturando a sus autores. En su interior además de estos se encontró el cadáver de un paisano muerto y de otro herido, siendo ocupadas varias armas de fuego, municiones y otros efectos, sin que por el momento pudiesen hacerse más detenciones al haber comenzado la desbandada con la llegada de los refuerzos de la Guardia Civil. Se tomó al asalto una segunda casa, en la que fue encontrado otro paisano muerto, continuando la fuerza tomando distintos puntos ocupados por los revolucionarios hasta llegar a la casa cuartel, donde ya se encontraba el capitán de la compañía, quien tomó las disposiciones convenientes para restablecer la normalidad.

Al día siguiente, para dar sepultura al guardia civil Pedro Cabello García, se presentó en la localidad el Director General de la Guardia Civil, el general Cabanellas Ferrer, que dirigió a la Fuerza una alocución destacando en ella la ejemplar conducta del compañero muerto. En total y en días sucesivos se practicaron hasta sesenta detenciones.

Derivaciones del motín de La Villa de Don Fadrique se produjeron en Huelva, con la colocación de dos bombas; en Valladolid, Granada, Bilbao, Cádiz, Gijón y Logroño, En Barcelona fue herido de una puñalada el directos de la cárcel, al amotinarse los presos de una galería; en Sevilla y en Vélez Rubio (Almería) fueron asesinados sus alcaldes.