LA PRIMERA ANECDOTA

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Categoría padre: Historia Guardia Civil
Categoría: Retazos de Historia
Publicado el Sábado, 13 Agosto 2016 23:39
Escrito por Antonio Mancera
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Una de las primeras anécdotas, que se conocen en este Cuerpo y que fue relatada por el propio Duque de Ahumada en sus memorias.

En ella hace referencia a la disciplina en el servicio y en el cumplimiento exacto de las órdenes recibidas por parte de la Guadia Civil, y es el propio fundador el que relata como en uno de los primeros servicios encomendados al recién creado Cuerpo, la vigilancia del Teatro Real de Madrid y el mantenimiento del orden público, al cual iba a acudir la reina Isabel II para su inauguración, así como una nutrida representación de su gobierno.

Para ello se encomendó el citado servicio a una sección de caballería de la Guardia Civil, con la orden tajante de que por determinadas calles, no podría pasar ningún tipo de carruajes para mayor seguridad.

En un momento dado por una de esas calles cerradas al tránsito de carruajes, se acercó uno de estos carruajes a toda velocidad, un cabo de servicio en esa calle le dio el alto haciéndole saber que por allí no se podía circular, a lo que el cochero le responde que ese coche en concreto si podía pasar, ni este ni ninguno, volvió a reiterar el cabo.

Como no se ponían de acuerdo ni el cabo ni el cochero, el ocupante del vehículo, que era el propio general Narváez, Presidente del Gobierno, quiso poner fin a aquella discusión, manteniendo su derecho al paso por la calle, dada su condición, contestando el cabo que las órdenes eran claras y que si insistía en pasar por allí, sería atropellando el honor del Cuerpo, al cual se le habían dado unas órdenes concretas.

Al convencerse Narváez que el cabo no le dejaría pasar, y muy contrariado hizo dar la vuelta al carruaje y entró por donde lo estaban haciendo los demás invitados. Pero una vez dentro del Teatro, hizo llamar al Duque de Ahumada y le comentó que uno de sus cabos le había puesto en evidencia, al haber tenido el atrevimiento de parar su carruaje y hacerle dar la vuelta para que entrase por otro camino, por lo que había que castigar de forma severa al mismo.

El Duque de Ahumada se informó sobre el altercado y acto seguido nuevamente se presentó ante el Presidente del Gobierno, para indicarle que el cabo lo único que había hecho era cumplir las órdenes que le habían dado, sin excepción ninguna, por lo que no veía la necesidad de castigo, Narváez más tranquilo ordenó que se castigara al cabo con algo menos severo, como trasladarlo fuera de Madrid.

Al día siguiente en el despacho de Narváez se presentó el Duque de Ahumada, con dos escritos, el primero era su propia dimisión y el segundo era el traslado del cabo, firmado por el jefe accidental encargado del mando de la Guardia Civil, tras su dimisión.

Naturalmente Narváez no aceptó la dimisión de Ahumada y por supuesto el cabo no fue trasladado, ya que nuestro fundador argumentó que no se había creado la Guardia Civil, destinada a altos fines, para que su prestigio y su honor fuesen pisoteados a la primera ocasión que se presentase.

Esta primera anécdota conocida de la Guardia Civil demuestra el verdadero espíritu del Cuerpo que su fundador quiso infundir en cada uno de los miembros del Instituto, que en ningún caso se dejan pisotear, demostrando lo que siempre ha sido una de sus virtudes, la disciplina.