Guardias civiles asesinados por ETA

ABRIL-Guardias civiles asesinados por ETA

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Categoría padre: España bajo el terror de ETA
Categoría: Guardias civiles asesinados por ETA
Publicado el Domingo, 03 Julio 2016 23:00
Escrito por Antonio Mancera
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ABRIL: Relación de guardias civiles asesinados por la banda terrorista ETA

 

Gregorio Posada Zurrón, guardia civil asesinado por ETA el 3 de abril de 1974

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En torno a las seis de la tarde del 3 de abril de 1974, el cabo primero de la Guardia Civil GREGORIO POSADA ZURRÓN conducía su coche por la calle Juan XXII de Azpeitia (Guipúzcoa). La calzada estaba en obras, lo que le obligaba a circular lentamente. Dos terroristas se pusieron delante del vehículo y le dispararon a quemarropa con dos ametralladoras de fabricación extranjera, tipo Marieta.

Gregorio, alcanzado de lleno, perdió el control del vehículo, que acabó chocando contra la puerta de un local. Fue trasladado al Hospital Militar de San Sebastián donde murió dos horas después. Uno de los disparos le dio en la cabeza por lo que no pudo hacerse nada por salvarle la vida. Los dos terroristas huyeron en una moto Vespa que había sido robada previamente en Azpeitia.

Por este asesinato fueron condenados José Antonio Garmendia Artola, alias El Tupa, y Ángel Otaegui Echevarría, alias Caraquemada y Azpeiti. Este último fue el que dio información detallada sobre Gregorio Posada a José Antonio Garmendia y un tercer etarra, Francisco Javier Aya Zulaica, El Trepa, para llevar a cabo el atentado. Con esa información, Garmendia y Aya Zulaica llegaron desde Francia en un fueraborda diez días antes del atentado. Un cuarto etarra, Félix Eguía Inchaurraga, colaboró en la huida de los autores materiales y les escondió hasta que consiguieron cruzar la frontera con Francia.

Juzgados por un Consejo de Guerra el 28 de agosto de 1975 en Burgos, Garmendia y Otaegui fueron condenados a muerte. A Garmendia, condenado como autor material, se le conmutó la pena por 30 años de prisión. El motivo: las heridas que sufrió en la cabeza en el momento de su detención, que le dejaron secuelas físicas y mentales tras estar tres meses en coma. Se vio beneficiado por la amnistía de 1977, que le fue concedida en mayo de ese año.

Otaegui Echevarría, condenado como colaborador, fue fusilado el 27 de septiembre de 1975. Fue uno de los cinco últimos fusilados por el régimen de Franco, junto al etarra Juan Paredes Manot, alias Txiki, y tres miembros del FRAP (José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz).

Gregorio Posada Zurrón tenía 33 años, estaba casado y tenía dos hijas, una de 6 años y otra de 4. Era el jefe del Grupo de Información que tenía la Guardia Civil en Azpeitia. Podría haberse trasladado a Logroño, pero decidió continuar en la localidad guipuzcoana. El padre de Gregorio también perteneció a la Guardia Civil, aunque ya estaba retirado.


Benjamín Quintano Carrero, guardia civil asesinado por ETA el 4 de abril de 1990

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IN MEMORIAM

El 4 de abril de 1990, en torno a las cuatro de la tarde, es tiroteado en Pasajes (Guipúzcoa) el guardia civil BENJAMÍN QUINTANO CARRERO cuando regresaba a su domicilio. Varios disparos, efectuados a corta distancia por dos miembros del grupo Donosti de ETA, le causaron la muerte prácticamente en el acto.

El atentado tuvo lugar en la calle Blas de Lezo, a menos de cincuenta metros del domicilio de la víctima, donde la Policía recogió seis casquillos de bala, cuatro FN y dos SF del calibre 9 milímetros parabellum. Benjamín fue alcanzado por cinco de los seis disparos realizados. Su hijo mayor, que había oído los disparos desde su casa, bajó rápidamente para auxiliarlo. El dueño de un bar próximo relató a El País (05/04/1990) que oyó los disparos y se acercó. En ese momento vio a "un hombre en el suelo y un chico [su hijo] que le agarraba las manos y lloraba".

El guardia civil, que estaba adscrito al puerto de Pasajes, falleció poco antes de que llegase el equipo de rescate de la Cruz Roja. Había sido alcanzado en la cabeza y varias partes del cuerpo.

Benjamín Quintano Carrero, de 48 años, estaba viudo desde hacía cuatro años. Su asesinato dejó huérfanos de padre y madre a cuatro hijos: tres niñas y un joven, el mayor, de 22 años. Estaba destinado en Pasajes, aunque ese día regresaba del cuartel de Intxaurrondo tras realizar un servicio especial. Vivía en Guipúzcoa desde 1970 pero su entierro fue en Torregamones, donde también estaba enterrada su esposa.


 

Fernando Jiménez Pascual, guardia civil asesinado por ETA el día 4 de abril de 1994

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IN MEMORIAM

El 4 de abril de 1994 la banda terrorista asesinó en Bilbao al guardia civil FERNANDO JIMÉNEZ PASCUAL. Hacía dos meses que ETA no cometía ningún atentado mortal. El último había sido el asesinato del coronel de Infantería del Ejército de Tierra Leopoldo García Campos en Barcelona el 7 de febrero de 1994.

Fernando había acudido ese día a su trabajo con el vehículo de su padre. Tras regresar a su domicilio, aparcó el coche y se dispuso a montar en el suyo, esperando a que bajara su familia. Vio un objeto sospechoso debajo del asiento y lo cogió, momento en que se produjo la explosión. El techo y el morro del vehículo, arrancados de cuajo, fueron proyectados a veinte metros de distancia. Entre los hierros retorcidos del habitáculo, destrozado por la explosión, quedó el cadáver del guardia civil. La explosión causó heridas graves a Silvia González Chaves, a la que la onda expansiva provocó un traumatismo cráneo-facial.

Su esposa, que oyó la explosión desde el domicilio familiar, bajó alarmada a la calle y encontró el cuerpo de Fernando ya sin vida. Un hermano de Fernando, que acudió al lugar del atentado, tuvo que ser ingresado en un centro sanitario después de sufrir un desvanecimiento al conocer la identidad del fallecido.

Fuentes de la lucha antiterrorista indicaron tras el atentado que, en fechas recientes, se había recomendado a los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado (FSE) destacados en el País Vasco que extremasen las medidas de seguridad durante la Semana Santa, en previsión de posibles atentados de ETA. Esta tesis se vio reforzada hacía una semana, cuando el etarra José María Igerategi Gilisagasti, alias Ijitu, moría destrozado en pleno centro de Vitoria al estallar, por causas desconocidas, los treinta kilos de explosivo que transportaba en una bolsa.

El funeral por el alma del guardia civil asesinado se celebró al día siguiente, martes 5 de abril, en la parroquia de San José, ubicada a escasos metros del Gobierno Civil, donde la víctima prestaba sus servicios. Estuvo presidido por el ministro de Interior, Antoni Asunción.

Por el asesinato del agente fueron condenados en 1997 como autores materiales Carlos Emilio Cristóbal Martínez, José Luis Martín Carmona y Lourdes Churruca Medinabeitia. También fue condenado en la misma sentencia Andoni Ugalde Zubiri, en concepto de cómplice. Un año más tarde, en 1998, fue condenada María Teresa Pedrosa Barrenechea, también como autora del atentado. Todos ellos formaban parte del grupo Vizcaya de ETA. Presuntamente también participó otro miembro de este grupo etarra, Salvador Gaztelumendi Gil, alias Andoni, que pese a tener causa abierta en al Audiencia Nacional por este atentado, no pudo ser juzgado al fallecer en un enfrentamiento con la Guardia Civil en Bilbao en septiembre de 1997.

Fernando Jiménez Pascual había nacido en Baracaldo y el 23 de abril habría cumplido 30 años. Estaba casado y tenía una hija de 6 años. Ingresó en el Cuerpo el 2 de febrero de 1990. El agente asesinado pertenecía al Servicio de Custodia del Gobierno Civil de Vizcaya, con la categoría de guardia segundo. En los últimos meses su labor consistía en controlar la identidad de los visitantes de la institución gubernamental. Sus restos mortales fueron trasladados a Salamanca, donde recibieron sepultura, por expreso deseo de su viuda, Elena, natural de la localidad salmantina de Mieza.


 

Francisco Pascual Andreu, guardia civil asesinado por ETA el día 6 de abril de 1980

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IN MEMORIAM

En la madrugada del 6 de abril de 1980 tres individuos ametrallaron a FRANCISCO PASCUAL ANDREU, guardia civil, y a FLORENTINO LOPETEGUI BARJACOBA, pescador, mientras tomaban una copa en el Bar Biotza de Orio (Guipúzcoa). Uno de los terroristas disparó una ráfaga de metralleta, mientras otro hizo fuego con una pistola. Florentino y Francisco resultaron muertos en el acto.

Florentino se encontraba con unos amigos y se acercó a Francisco para interesarse por la marcha de una solicitud de licencia para una embarcación de su padre. Un compañero de Francisco Pascual, también guardia civil, acababa de irse porque tenía que incorporarse a su puesto de trabajo.

Los tres etarras huyeron en un automóvil Seat 124 con matrícula de Madrid. En el lugar del atentado se recogieron trece casquillos del calibre nueve milímetros parabellum y otro del calibre 7,65 marca Gebelo.

El atentado fue reivindicado el 10 de abril por los Comandos Autónomos Anticapitalistas y, al parecer, iba dirigido contra los dos guardias civiles. Los etarras no debieron darse cuenta de que uno de ellos se había marchado y le confundieron con Florentino Lopetegui. Sin embargo, los terroristas no asumieron su error en el comunicado de reivindicación, acusando a Florentino de ser un colaborador de la Guardia Civil para justificar su asesinato. La corporación municipal de Orio, en un pleno celebrado el 27 de junio, desmintió que Florentino fuese un "chivato". Lo mismo hicieron los padres de la víctima, calificando de "pura farsa" el comunicado de reivindicación de los asesinos de su hijo.

Francisco Pascual Andreu era de Ceuta, tenía 24 años y estaba soltero. Su cadáver fue trasladado desde el aeropuerto de Fuenterrabía a su ciudad natal donde unas cuatro mil personas asistieron al día siguiente al entierro. En la casa-cuartel de la Comandancia de la Guardia Civil se ofreció una misa corpore insepulto. Presidió la ceremonia el capitán general de la II Región Militar, Pedro Merry Gordon, y asistieron el general jefe de la Segunda Zona de la Guardia Civil, Rafael Girón Lozano, y las primeras autoridades civiles y militares de Ceuta. Igualmente, asistieron los padres, hermanos y la novia de Francisco. En el momento de ser sacado el cadáver del guardia civil a la puerta del cuartel fueron lanzados varios vivas a la Guardia Civil. Francisco Pascual había conseguido recientemente su traslado a Ceuta, su ciudad natal.


 

Miguel Gordo García, guardia civil asesinado por ETA el 11 de abril de 1976

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IN MEMORIAM

El domingo 11 de abril de 1976, a las 11:00 horas, el guardia civil MIGUEL GORDO GARCÍA murió electrocutado en Baracaldo (Vizcaya) al retirar una ikurriña colocada en un cable de alta tensión en la calle León, frente al edificio de Telefónica.

Durante ese fin de semana ETA había incrementado su actividad de colocación de ikurriñas trampa. En algunos casos llevaban explosivos simulados y muchas veces las adosaban a cables de alta tensión. En otras ocasiones, las ikurriñas eran bombas trampa o se utilizaban como forma de tender una emboscada a los miembros de las fuerzas de seguridad. En aquel entonces, el despliegue de ikurriñas no estaba permitido.

Este modus operandi de la banda terrorista ya había provocado el asesinato de miembros de la Guardia Civil. El 5 de octubre de 1975 los guardias civiles Esteban Maldonado Llorente, Jesús Pascual Martín Lozano y Juan Moreno Chamorro fueron asesinados tras retirar una ikurriña en el Santuario de Aránzazu (Guipúzcoa) que fue utilizada por ETA como señuelo para tenderles una emboscada.

Tres meses después, el 17 de enero de 1976, el guardia civil Manuel Vergara Jiménez era asesinado al retirar una bandera que llevaba adosada a su mástil una carga explosiva. Su cuerpo salió despedido a casi veinte metros de distancia.

Con la muerte de Miguel Gordo, en menos de seis meses habían sido asesinados cinco guardias civiles en similares circunstancias. Pocos días después, el 3 de mayo de 1976, el mismo procedimiento se utilizó en el asesinato del también guardia civil Antonio de Frutos Sualdea.

Miguel Gordo, técnico en desactivación de explosivos, había intervenido en varias ocasiones en la retirada de ikurriñas y se había encargado de quitar todas las banderas con explosivo de Vizcaya a lo largo de la última semana. La mañana del 11 de abril se había recibido una llamada telefónica en el cuartel de la Guardia Civil de Baracaldo avisando de la colocación de la bandera en la calle León de la localidad.

Un grupo de especialistas acudió al lugar donde estaba colocada la bandera para retirarla. Miguel se subió a una plataforma de teléfonos, que fue elevada hasta la altura de los cables, y procedió a cortar con unos alicates la argolla metálica que sujetaba la ikurriña a los cables. En ese momento sufrió la descarga eléctrica que le provocó la muerte. Fue trasladado rápidamente al Hospital de Cruces, donde ingresó cadáver. De ahí, el cadáver del agente fue llevado al cuartel de la Guardia Civil de La Salve, en cuya biblioteca se instaló, a las seis de la tarde del domingo, la capilla ardiente.

Un día después de la muerte de Miguel, otra bandera, firmada por ETA, fue colocada en la Parte Vieja de San Sebastián. Estaba unida por cables a dos paquetes, uno de los cuales contenía un potente explosivo.

Miguel Gordo García tenía 41 años cuando falleció. Llevaba 17 años en la Guardia Civil, siendo su primer destino Ochandiano (Vizcaya). Estaba casado y era padre de un niño de 6 años. Fue enterrado en Riesgo de la Vega (León), de donde era su viuda.


 

José Calvo de la Hoz, guardia civil asesinado por ETA el 12 de abril de 1989

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A las ocho y media de la mañana del 12 de abril de 1989, ETA asesinaba en el barrio de Las Arenas de Guecho (Vizcaya) al sargento de la Guardia Civil JOSÉ CALVO DE LA HOZ. Un hombre y una mujer dispararon contra el agente cuando se encontraba en el interior de su vehículo y aguardaba su turno para atravesar la ría de Bilbao en el transbordador que une Las Arenas con Portugalete. Pretendía llegar a la oficina del Servicio Fiscal del puerto de Santurce, donde estaba destinado.

Los terroristas huyeron en un Renault 11, robado con anterioridad a punta de pistola. Una patrulla de la Ertzaintza localizó al propietario atado a un árbol con unas esposas de marca francesa en un pinar en la localidad de Lejona (Vizcaya). Su automóvil apareció abandonado en Deusto (Bilbao). En el lugar del crimen se recogieron tres casquillos marca SF, fabricados en 1977, de calibre 9 milímetros parabellum.

El sargento, que recibió el impacto de cuatro balas, fue trasladado al Hospital de Cruces y falleció pasadas las nueve y media de la mañana. La capilla ardiente quedó instalada en el Gobierno Civil de Vizcaya a las 16:00 horas de esa misma tarde. A las seis y media acudieron la esposa del fallecido y sus dos hijos mayores. También acudió el vice-lehendakari y secretario general del PSE-PSOE, Ramón Jáuregui.

José Calvo de la Hoz era la primera víctima mortal de las 18 del año 1989. Además, fue el primer asesinato de la banda tras finalizar la tregua del 8 de enero de 1989 anunciada por ETA para facilitar los contactos con el Gobierno en Argel. El 6 de abril la banda dio por acabado el alto el fuego y declaró que abría "todos los frentes de lucha". Seis días después asesinó a José.

El asesinato del sargento de la Guardia Civil provocó duras condenas entre la clase política. Entre ellas, las de Jesús Eguiguren, por entonces presidente del Parlamento vasco, que señaló que "con asesinatos de por medio, no hay nada de qué hablar con ETA". En la misma línea se expresó Juan Mari Bandrés, presidente de Euskadiko Ezkerra, muy contundente al manifestar que "hasta hoy los miembros del Gobierno no se han dado cuenta de la realidad de que ETA es una banda de asesinos". También fue muy sonado el enfrentamiento de Felipe González con el eurodiputado de Herri Batasuna Txema Montero. El presidente del Gobierno, que visitaba el Parlamento Europeo para hacer balance de la Presidencia española, acusó a Montero de ser "amigo de los asesinos" y añadió: "la diferencia entre ese señor que me ha interpelado y yo mismo es que, cuando yo salgo por esa puerta, puedo tener el temor a que uno de sus amigos me asesine, mientras que él irá tranquilamente a cenar, porque los demás respetamos el derecho a la vida".

Por el asesinato de Calvo de la Hoz sólo fue condenada en 2002 Carmen Guisasola Solozábal, alias Lourdes, a tres años de prisión por un delito de encubrimiento. La etarra fue la encargada de guardar las armas con las que se asesinó al sargento, armas que conservaba cuando fue arrestada en noviembre de 1990 en Francia. Expulsada de la banda en 1998, por adherirse a un manifiesto en el que se abogaba por un acuerdo entre nacionalistas y se alababa la tregua del IRA, fue extraditada a España en 2001 para ser juzgada por siete causas, entre ellas cuatro asesinatos, aunque la Justicia española había solicitado su extradición por quince.

José Calvo de la Hoz, de 51 años, residía en Vizcaya desde 1981, cuando fue destinado al Servicio Fiscal de la Guardia Civil de Santurce. Al llegar a Bilbao ascendió a sargento. Estaba casado y tenía tres hijos con edades comprendidas entre los nueve y los veinte años.


 

Luis Cadarso San Juan, guardia civil asesinado por ETA el 13 de abril de 1981

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Sobre las once de la mañana del día 13 de abril de 1981, tres etarras asesinaban a tiros en la localidad vizcaína de Basauri a Luis Cadarso San Juan, teniente coronel retirado de la Guardia Civil.

En torno a las once de la mañana, el teniente coronel retirado había salido de su domicilio, situado en la Plaza de España. Se dirigió andando hacia una peluquería situada en la calle Nagusia, que hacía también las veces de despacho de quinielas. Un empleado del establecimiento, del que era cliente la víctima, le comentó que habían matado a un teniente retirado del Ejército en San Sebastián. "Así es la vida: un día les toca a unos y cualquier día nos puede tocar a otros", comentó Luis Cadarso, mientras rellenaba un boleto de ocho apuestas.

Minutos después se dirigió por la calle Nagusia a un quiosco situado en el cruce de la citada calle con la de Autonomía. A escasos metros del mismo se le acercaron dos hombres y una mujer que le dispararon a bocajarro cuatro tiros de pistola, alcanzándole dos de ellos en el corazón y en la sien. Murió en el acto.

El quiosquero, Juan Bautista Olgado, relató al detalle el asesinato. "Momentos antes del atentado vi como tres jóvenes trataban de sustraer por la fuerza un Mercedes de color negro que estaba estacionado casi enfrente del quiosco, en la acera de la calle Autonomía que da a la parroquia. Como el conductor se resistía a abandonar el coche, le sacaron a la fuerza y, para intimidarle, le hicieron un disparo en un pie (posteriores testimonios confirmaron que le rozó el borde de goma del zapato sin herirle). Estaban tan nerviosos que no lograban meter las marchas y dejaron el Mercedes cruzado en la calle. Pensé que el disparo era de fogueo. Cuando se me estaba empezando a pasar el susto, segundos después, oí en la parte derecha del quiosco, en la pared que quedaba fuera de mi vista, cuatro detonaciones muy seguidas que sonaron como cohetes. Me quedé paralizado". En el lugar del atentado se encontraron varios casquillos de 9 milímetros parabellum.

Este testimonio coincidía con el de otros transeúntes que afirmaron que, tras cometer el atentado, los tres terroristas se dirigieron hacia la derecha, por la calle Nagusia, en dirección al Ayuntamiento. Trataron de apoderarse de un Renault 6 de color blanco que, conducido por un mecánico, pasaba por el lugar, pero desecharon la idea al comprobar que el indicador de la gasolina marcaba reserva. Unos metros más adelante lograron su objetivo, al apoderarse de un Seat 131, de color marrón, con el que se dieron a la fuga.

Como dato simbólico cabe señalar que en la pared del quiosco, situada junto a la acera donde cayó mortalmente herido Luis Cadarso San Juan, podían verse varias tiras de papel correspondientes a la campaña lanzada por Euskadiko Ezkerra, con el lema "Dad una oportunidad a la paz".

En 2005, veinticuatro años después del asesinato de Luis Cadarso, fueron condenados como autores materiales los miembros del grupo Vizcaya de ETA Sebastián Echaniz Alcorta, Enrique Letona Viteri y José Antonio Borde Gaztelumendi a 28 años de reclusión mayor cada uno. El cuarto participante en el atentado, Juan María Otegui Elizegui, alias Txato, murió en un atendado de los GAL en el sur de Francia en agosto de 1985.

Luis Cadarso San Juan había nacido en Vitoria en 1917, por lo que tenía 64 años en el momento en que fue asesinado. Había abandonado el servicio activo en 1975, tras ocupar durante varios años el cargo de segundo jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Vizcaya, en el cuartel de La Salve de Bilbao. Retirado con el empleo de teniente coronel honorario de la Guardia Civil, vivía desde hacía años en Basauri. Hacía una vida normal, sin ningún tipo de medida preventiva ni de protección. A los amigos que le aconsejaban que anduviera con cuidado les decía: "Yo nunca he hecho daño a nadie, y por eso no temo que atenten contra mi vida". Estaba casado y tenía tres hijos.


 

Luis Martos García y José Torralba López, guardias civiles asesinados por ETA el 16 de abril de 1980

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En torno a las 20:15 horas del 16 de abril de 1980 los guardias civiles LUIS MARTOS GARCÍA y JOSÉ TORRALBA LÓPEZ, adscritos al Puesto de Especialistas Fiscales de Irún, fueron ametrallados por dos terroristas mientras tramitaban los papeles de un camión con matrícula extranjera que iba a cruzar la frontera. Se encontraban en el interior de la cabina del puesto de la Aduana de Irún, cercana a la puerta 2 del paso del Puente de Santiago, que une la localidad española con la francesa de Hendaya.

Al parecer, Luis y José se encontraban de espaldas, por lo que no pudieron observar la presencia de los dos terroristas, que dispararon varias ráfagas de ametralladora contra la caseta. El camionero se lanzó al suelo y, gracias a ese gesto, resultó ileso.

En la explanada de camiones del Puente de Santiago se recogieron treinta y ocho casquillos de bala 9 milímetros parabellum, marca FN. Tras cometer el atentado, los dos pistoleros de la banda se dieron a la fuga a pie y, posteriormente, huyeron en un coche Simca 1200 que les esperaba en un lugar cercano. Inmediatamente los guardias civiles fueron asistidos por los propios funcionarios de fronteras, que los trasladaron urgentemente a la Cruz Roja de Irún, donde únicamente se pudo certificar su muerte.

Los cadáveres de los dos guardias civiles fueron trasladados al Hospital Militar de San Sebastián, donde se instaló la capilla ardiente. Al día siguiente, a las doce del mediodía, se celebraron los funerales en la capilla del hospital sin que se produjeran incidentes. Siguieron la ceremonia unas doscientas personas, la mayoría miembros de la Guardia Civil, el Ejército y la Policía.

El asesinato de Luis y José provocó un paro de la mayor parte de los agentes de aduanas y de los funcionarios de la Administración en la frontera de Irún. El Ayuntamiento de Irún condenó el atentado con los votos a favor de PNV y PSOE, y las abstenciones de Euskadiko Ezkerra y tres independientes. Los representantes de Herri Batasuna abandonaron la sesión alegando no haber recibido el orden del día con la debida antelación.

A día de hoy, no se sabe nada sobre quiénes asesinaron a Luis y José.

Luis Martos García de 29 años, era de Córdoba, ciudad en la que fue enterrado. Estaba casado y tenía un hijo de siete años.

José Torralba López estaba soltero. Tenía 23 años. Aunque pertenecía a la reserva de la Guardia Civil de Logroño, llevaba sólo cinco días prestando servicio en el puesto fronterizo de Irún. Sus restos mortales fueron inhumados en el cementerio de Santa Cruz de Tenerife, donde vivía su familia. Hijo de guardia civil, como señaló su madre "su vida se movió entre tricornios desde que tuvo uso de razón". De hecho, una parte importante de su corta vida transcurrió en el cuartel de la Guardia Civil de Granadilla de Abona, donde habían destinado a su padre Rafael. En abril de 2008 el Ayuntamiento de Armilla homenajeó al agente dedicándole una plaza con su nombre como símbolo de rechazo al terrorismo.


 

Juan Bautista García, guardia civil asesinado por ETA el 17 de abril de 1979

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En torno a las tres de la madrugada del 17 de abril de 1979 un camionero encontró herido en el kilómetro 43 de la carretera de Irún al guardia civil JUAN BAUTISTA GARCÍA. El conductor del camión vio una mano al borde de la carretera, por lo que detuvo el vehículo y se bajó.

Con una herida en el pecho, y todavía consciente, le pidió al camionero que le llevara a la clínica de San Cosme y San Damián. El conductor del camión detuvo a un turismo que pasaba en ese momento, en el que viajaba un estudiante de Medicina que taponó la herida del guardia civil. Pero a pesar de los esfuerzos, Juan falleció durante el traslado al centro hospitalario. Un impacto en el pecho, a la altura del esternón con salida por el costado derecho, fue la causa de su muerte.

Junto al cuerpo de la víctima se encontró su pistola reglamentaria con la que había efectuado cinco disparos, posiblemente como forma de llamar la atención sobre su situación. Su automóvil se encontraba aparcado a unos doscientos metros del lugar en el que fue encontrado el agente malherido.

Hacía poco más de un mes, el 10 de marzo, que Juan Bautista García estuvo a punto de morir consecuencia de una bomba-lapa colocada en los bajos de su coche que fue desactivada por los Tedax. Aquella vez tuvo más suerte y salvó la vida.

Juan Bautista García tenía 24 años y era de Las Palmas de Gran Canaria. Hijo de un brigada retirado de la Guardia Civil, estaba destinado en la Agrupación de Tráfico con destino en Tolosa. Tenía pensado casarse en poco tiempo con su novia, que vivía en Leiza (Navarra) de donde volvía cuando fue asesinado. Con ella había estado hasta las 2:30 de la madrugada. Tras dejarla en su domicilio, emprendió regreso al cuartel en el que vivía, cuando sufrió el atentado que le costó la vida y del que no hubo testigos. Según declaró su hermano, Juan estaba esperando un inmediato traslado a Canarias, donde residía su familia. Su muerte fue muy sentida en el municipio gran canario de Schamann, donde era conocido por su carácter "extrovertido, bueno y campechano". Aficionado a las motos, Juan era lo que popularmente se conoce como "un manitas". Le metía mano a todo electrodoméstico que sus vecinos le llevaban para que echara un vistazo.


 

Antonio Velasco Benito, guardia civil asesinado por ETA el 21 de abril de 1984

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El 21 de abril de 1984 la banda terrorista ETA asesina en Bilbao al guardia civil ANTONIO VELASCO BENITO. Formaba parte del retén que aquel sábado prestaba servicio de vigilancia en la Audiencia Territorial de Bilbao, y se encontraba en una de las puertas del edificio, en pleno centro de la ciudad. Eran aproximadamente las 17:30 horas y, en ese momento, Antonio era el único agente que se encontraba en el exterior del edificio.

Fue tiroteado con armas automáticas desde un coche en marcha en el que iban tres terroristas, dos hombres y una mujer. Antonio fue alcanzado en la cabeza y en una pierna. Trasladado al Hospital Civil de Basurto, murió una hora después.

Los etarras ocupaban un vehículo Renault 14 blanco, robado previamente a punta de pistola. Sin llegar a detener el mismo, dispararon al menos seis disparos contra Antonio. En el lugar de los hechos se encontraron dos casquillos del calibre 9 milímetros parabellum marca FN. Los terroristas se dieron a la fuga en el mismo vehículo desde el que habían disparado, en dirección al casco antiguo de la ciudad.

El coche fue localizado poco después cerca del lugar del atentado. Artificieros de la Policía Nacional registraron el automóvil con sumas precauciones, en previsión de que en su interior hubiera sido colocada una bomba-trampa similar a la que, el 13 de abril, asesinó a Tomás Palacín Pellejero y Juan José Visiedo Calero en Pamplona.

Antonio Velasco Benito, de 39 años, estaba casado y teníaun niño de 7 años.


 

Juan José Catón Vázquez, Juan Carlos González Rentero, Alberto Alonso Gómez, Vicente Javier Domínguez González y Juan Mateos Pulido, guardias civiles asesinados por ETA el 25 de abril de 1986

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IN MEMORIAM

Poco después de las siete y cuarto de la mañana del 25 de abril de 1986, cinco miembros de la Guardia Civil resultaron muertos, y cuatro más heridos graves, en un atentado terrorista con coche-bomba cometido por ETA en pleno centro de Madrid. El coche contenía tres ollas a presión con doce kilos de Goma 2, otros doce de amonal y cuarenta y ocho kilos de metralla, la mayor parte tornillos.

El coche-bomba estalló en el cruce de las calles de Juan Bravo y Príncipe de Vergara al paso del Land Rover ocupado por nueve guardias civiles. En ese momento, el vehículo se encontraba parado en un semáforo en rojo. Resultaron muertos los guardias civiles JUAN JOSÉ CATÓN VÁZQUEZ, de Palencia; JUAN CARLOS GONZÁLEZ RENTERO, de Salamanca; ALBERTO ALONSO GÓMEZ, nacido en París; VICENTE JAVIER DOMÍNGUEZ GONZÁLEZ y JUAN MATEOS PULIDO, ambos de Cáceres. Tres de ellos murieron en el acto. Dos cuerpos quedaron destrozados y carbonizados en el interior del vehículo, del que salió despedido un tercero. Otro guardia civil fue trasladado al Hospital Provincial, donde ingresó cadáver. Un quinto ocupante del coche fue trasladado al Hospital de La Princesa, "en situación crítica y con salida de masa encefálica", y falleció una hora después, según informaron en el hospital.

El atentado se produjo sólo tres horas antes de que los dirigentes del PNV y Herri Batasuna se sentaran, por primera vez, en una mesa para buscar soluciones a la violencia, y cuatro días después de que el Gobierno anunciara su decisión de anticipar las elecciones legislativas al 22 de junio.

Pasadas las 7:15 horas, el Land Rover de la Guardia Civil abandonaba la Embajada de Italia en Madrid, situada en la calle de Juan Bravo, tras hacer los relevos en las guardias de diversas representaciones diplomáticas. El recorrido debía finalizar en la representación diplomática de la Unión Soviética, en la calle del Maestro Ripoll. Fuentes policiales señalaron que en el momento en que el Land Rover se encontraba a la altura del cruce de las calles de Juan Bravo y Príncipe de Vergara fue alcanzado de lleno, en su lado derecho, por la explosión de un potente artefacto que se había colocado en un coche aparcado en la acera. El explosivo fue accionado mediante un mando a distancia, por lo que los autores materiales del atentado se encontraban a una distancia de unos 150 a 200 metros. Tras el atentado, en el interior del Land Rover la munición de los guardias civiles produjo pequeñas explosiones por el incendio que provocó la explosión del coche-bomba.

Además de los cinco agentes muertos, otros cuatro guardias civiles resultaron gravemente heridos: José Manuel de Pablos Ruiz, ingresó muy grave en el Hospital Ruber con una herida en una pierna que prácticamente la desgajaba del cuerpo, además de heridas de metralla en la cabeza y en el cuerpo; Juan José Esteban Benito, con pronóstico grave, que perdió totalmente la visión del ojo izquierdo; Juan Jesús Fancha López, grave, que también perdió la visión de un ojo; y Juan Carlos Acosta Martín Gil, muy grave, perdió el ojo derecho.

Varias personas que pasaban por allí resultaron también heridas leves: José Baltasar Suárez Fernández; Antonio Mora Sánchez; Rafael Aranda Martín; Rafael Millán González; Begoña Fernández Esteso; Fermín García Moreno y María Luisa Muñoz Arruti, empleada de la funeraria de Madrid. Los dos primeros fueron ingresados en el Hospital Provincial y los dos restantes en el Hospital de la Princesa. Todos ellos fueron dados de alta a lo largo del día y sus pronósticos médicos indicaban lesiones leves.

La explosión afectó, además, a edificios de más de cuatro manzanas, y destrozó parte de la fachada de la Clínica Nuestra Señora del Rosario en cuya acera estaba aparcado el coche-bomba. Los paritorios de la clínica quedaron arrasados. La llanta de la rueda de repuesto del coche bomba, lanzada por la onda expansiva, produjo un agujero de un metro cuadrado en la pared del centro sanitario y se incrustó en uno de los quirófanos de la planta baja. La explosión provocó también graves desperfectos en el inmueble situado enfrente de la clínica, en el número 25 de la calle de Juan Bravo.

El coche bomba quedó tan destrozado que no se pudo precisar su marca, aunque presumiblemente se trató de un Seat 124 de color blanco o un Citroën 2 CV. Restos humanos, trozos y piezas del Land Rover se encontraron a más de 60 metros de distancia del lugar de la explosión.

Una hora después de producirse el atentado, un grupo de personas congregadas cerca del lugar de los hechos empezó a dar gritos contra el Gobierno y contra ETA, y lanzó vivas a Antonio Tejero y Jaime Milans del Bosch, condenados por la intentona golpista del 23-F.

Los Reyes, que acababan de llegar a Madrid de su viaje a Gran Bretaña, se trasladaron pasadas las seis de la tarde a la Dirección General de la Guardia Civil, donde estaba instalada la capilla ardiente. Diversas autoridades, entre ellas el ministro del Interior, José Barrionuevo, visitaron la capilla ardiente. A primera hora de la noche la Dirección General de la Guardia Civil impidió el acceso a la capilla ardiente a unas 200 personas, entre policías nacionales y guardias civiles, todos ellos de paisano, que trataban de rendir "su último homenaje a los fallecidos". Allí se celebró al día siguiente el funeral de cuerpo presente.

El brutal atentado fue obra de los seis etarras que en esos momentos formaban el grupo Madrid de ETA: Juan Manuel Soares Gamboa, José Ignacio de Juana Chaos, Antonio Troitiño Arranz (que fue quien detonó el explosivo desde una zona ajardinada próxima al lugar de los hechos), Inés del Río Prada, Idoia López Riaño y Esteban Esteban Nieto. Contaron, además, con la complicidad de María Inmaculada Noble Goicoechea.

En 1990, la Audiencia Nacional condenó a De Juana Chaos, Troitiño Arranz, Del Río Prada y Esteban Esteban Nieto a un total de 378 años de prisión a cada uno. En el mismo fallo se condenó a Noble Goicoechea por complicidad a 238 años de cárcel. Posteriormente, la Audiencia condenó a Soares Gamboa a 200 años como autor material. Con este etarra el Tribunal contempló la circunstancia atenuante de arrepentimiento y la actitud de colaboración con la justicia. Años después, en 2002, se condenó a Idoia López Riaño a 370 años de prisión como corresponsable del atentado.

El caso de José Ignacio de Juana Chaos, que por su actividad como jefe del grupo Madrid de ETA acabó siendo condenado a más de 3.000 años por veinticinco asesinatos, es un ejemplo sangrante de lo barato que le ha salido a ETA matar. Los 3.000 años de condena quedaron cumplidos con 18 de prisión. Una nueva causa abierta contra él le sentenció a 12 años de prisión por amenazas terroristas contra funcionarios públicos, por dos artículos publicados en el diario Gara. El Tribunal Supremo revisó la sentencia y rebajó la pena por este delito a tres años de cárcel. A comienzos de 2007, el Ministerio del Interior resolvió concederle la prisión atenuada. Entonces el etarra abandonó la supuesta huelga de hambre que mantenía en las semanas previas como forma de protestar por su situación. Se le trasladó a un hospital en el País Vasco y, posteriormente, fue recluido en su domicilio particular. Las víctimas de ETA se manifestaron repetidamente contra los beneficios penitenciarios concedidos a De Juana, del que se ignora su paradero tras ser puesto finalmente en libertad en agosto de 2008. Pese a que el CNI dice tener controlados los movimientos y el paradero del etarra, el 31 de enero de 2011 la Audiencia Nacional suspendió de manera temporal la causa por la que De Juana está huido, al no disponer de datos sobre su paradero. Una de las últimas noticias sobre el etarra, de febrero de 2011, es que podría haber viajado de Irlanda a Venezuela con un pasaporte falso. De Juana Chaos jamás se arrepintió de sus crímenes y, por supuesto, no ha pedido perdón a las víctimas de su actividad asesina.

El caso de Antonio Troitiño Arranz es igualmente sangrante y escandaloso. Por su participación en 22 asesinatos acumuló un total de 2.746 años de cárcel, pero sólo ha estado en prisión 24 años. En una insólita y escandalosa decisión, la Sección Tercera de la Audiencia Nacional, presidida por el juez Alfonso Guevara, ordenó su puesta en libertad el 13 de abril de 2011, cuando su salida estaba prevista para 2017 en aplicación de la doctrina Parot. Para tomar esta decisión, la Audiencia Nacional ha aplicado al asesino Troitiño una doctrina del Tribunal Constitucional del año 2008, que beneficia a los etarras por los años que estuvieron en prisión a la espera de juicio. Según esta doctrina, cada año cumplido en prisión a la espera de juicio, computa como dos años de cumplimiento de la sentencia. Al día siguiente de la puesta en libertad del sanguinario etarra, la Fiscalía de la Audiencia Nacional solicitó que Troitiño volviese a prisión. Pocos días después, el 19 de abril, la misma Sección de la Audiencia Nacional que ordenó su puesta en libertad, revocó su decisión y ordenó su vuelta a prisión hasta enero de 2017. Mientras tanto, Troitiño ha aprovechado para darse a la fuga y permanece, a día de hoy, en paradero desconocido.

Juan José Catón Vázquez tenía 30 años y estaba soltero.

Juan Carlos González Rentero, tenía 21 años y sólo llevaba nueve meses en la Guardia Civil cuando fue asesinado. En su corta carrera ya había prestado servicio en Segovia, Salamanca, Barcelona y Madrid. Su abuelo también fue guardia civil. Juan Carlos era, además, un gran deportista.

Alberto Alonso Gómez tenía 24 años. Había nacido en 1963 y estaba soltero. Estudiaba la carrera de Derecho cuando fue asesinado.

Vicente Javier Domínguez González, tenía 25 años y estaba soltero.

Juan Mateos Pulido tenía 30 años, estaba casado y era padre de un niño de 2 años.


 

Rufino Muñoz Alcalde, guardia civil asesinado por ETA el día 28 de abril de 1980

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En torno a las dos de la tarde del 28 de abril de 1980 es asesinado en San Sebastián RUFINO MUÑOZ ALCALDE. Era guardia civil y estaba destinado en el Gobierno Militar de la capital guipuzcoana.

Rufino regresaba a su casa en Fuenterrabía en un autobús de línea desde San Sebastián. En la misma parada se subió el policía nacional Hipólito Rodríguez Ramos y su esposa. Tanto Rufino como Hipólito iban vestidos de paisano y se sentaron en diferentes asientos del autobús.

En el alto de Gaintxurisketa, a unos cinco kilómetros de Rentería, subieron al autobús tres individuos. Poco después de reanudarse la marcha, dispararon a bocajarro contra Rufino, que se encontraba en la parte delantera del vehículo hablando con el conductor. Rufino Muñoz se desplomó, sangrando abundantemente. Murió casi en el acto.

Los tres etarras ordenaron entonces al conductor que parase el autobús y comenzaron a descender apresuradamente. En ese momento Hipólito Rodríguez Ramos, el policía de paisano y sin armas que viajaba con su mujer en el autobús, se abalanzó contra el último de los terroristas intentando detenerlo. En el forcejeo el policía nacional le aplicó una llave de judo sobre la muñeca de la mano derecha, en la que aún conservaba la pistola. La pistola del etarra se disparó, alcanzándole en el pecho. Se trataba de Francisco Javier Aranzeta Eguizabal, alias Lepo. Se había acogido en 1976 al decreto de amnistía, tras el cual pasó a residir al otro lado de la frontera del Bidasoa y se reintegró a la actividad terrorista. Un año antes las autoridades francesas le habían negado la carta de refugiado político.

Los otros dos terroristas, antes de huir, dispararon al policía, que resultó herido por cuatro disparos: dos en el tórax, otro en la muñeca izquierda y el cuarto en la cabeza, aunque este último sólo le produjo una rozadura. El conductor del autobús, una vez restablecida la calma entre los escasos viajeros, se dirigió al puesto de la Cruz Roja de Rentería, donde atendieron al policía nacional herido, que fue internado más tarde en la residencia sanitaria de la Seguridad Social Nuestra Señora de Aránzazu, en San Sebastián. Por su acción contra los terroristas a Hipólito Rodríguez Ramos le concedieron la medalla de plata al mérito policial.

Rufino Muñoz Alcalde, de 40 años, estaba casado con una mujer vasca y tenía tres hijos. La capilla ardiente se instaló en el Hospital Militar de San Sebastián, donde al día siguiente, 29 de abril, se celebró el funeral antes de que sus restos mortales fuesen trasladados a su localidad natal para recibir sepultura. El presidente Suárez envió un telegrama de pésame a la familia del guardia civil muerto, que fue condecorado a título póstumo.


 

José Benigno Villalobos Blanco, guardia civil asesinado por ETA el 28 de abril de 1994

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IN MEMORIAM

A las ocho de la mañana del jueves 28 de abril de 1994, tres miembros de ETA, dos hombres y una mujer, asesinaban en la localidad vizcaína de Valle de Trápaga al guardia civil JOSÉ BENIGNO VILLALOBOS BLANCO, que recibió dos impactos de bala en la cabeza cuando se dirigía a su trabajo vestido de paisano.

Benigno había salido de su casa, en la calle José Rufino Olaso de la localidad minera, a unos diez kilómetros de la capital vizcaína. Pretendía dirigirse a su trabajo en Aparcavisa, Centro de Control de Transportes Internacionales, donde realizaba labores de vigilancia. Iba solo y vestido de paisano. Se dirigió a coger el coche aparcado frente a su casa y, en el momento en que acababa de introducir la llave en la puerta, se le acercaron los terroristas, hiriéndole mortalmente en la cabeza. Según testigos presenciales, fueron dos los terroristas que dispararon contra el guardia civil, en tanto que otro les esperaba al volante de un vehículo situado en las inmediaciones.

En el lugar del atentado se recogieron tres casquillos de nueve milímetros parabellum. Los terroristas huyeron en un turismo Fiat Tipo, con matrícula falsa de Santander, que abandonaron en la calle Vicente Durañona del barrio de Repélega de Portugalete, cerca de una gasolinera. Miembros de la Guardia Civil y de la Ertzaintza acordonaron la zona, mientras especialistas en desactivación de explosivos inspeccionaron el vehículo en previsión de que pudiera contener alguna bomba, algo que fue descartado más tarde.

La capilla ardiente por el guardia civil asesinado quedó instalada en la tarde del jueves en el Gobierno Civil de Vizcaya y el funeral tuvo lugar al día siguiente, viernes 29 de abril, a las doce de mediodía, en la Iglesia de los Padres Agustinos de la capital vizcaína.

Representantes de todos los partidos políticos, a excepción de HB, mostraron su rechazo por el atentado, que también fue condenado por la Conferencia Episcopal.

Los autores materiales del atentado fueron miembros del grupo Vizcaya de ETA: Ángel Irazabalbeitia, que fue quien disparó los tres tiros que acabaron con la vida de José; Lourdes Churruca Medinabeitia y José Luis Martín Carmona. En los preparativos del atentado participaron los etarras Jorge Martínez Aedo y Aitor Bores Gutiérrez. Todos ellos fueron condenados en diferentes sentencias, salvo Ángel Irazabalbeitia que falleció en noviembre de 1994 en Lujua (Vizcaya) en un enfrentamiento con miembros de la Ertzaintza al resistirse a ser detenido. En 1997 la Audiencia Nacional condenó a penas de 38 años a Churruca Medinabeitia y Martín Carmona. En 2000 fue condenado a 28 años, como cómplice, Aitor Bores Gutiérrez, y en 2004, tras ser entregado temporalmente por Francia, fue condenado Jorge Martínez Aedo a 32 años por un delito de asesinato.

Las Fuerzas de Seguridad del Estado apuntaron la posibilidad de que sus autores fueran los mismos que veinticuatro días antes, el 4 de abril, habían asesinado en Bilbao al también guardia civil Fernando Jiménez Pascual mediante la colocación de una bomba-lapa en su coche.

José Benigno Villalobos Blanco, de 39 años de edad, estaba casado y tenía tres hijos: dos chicos de 16 y 12 años y una niña de 7. Hijo y hermano de guardias civiles había nacido en la localidad vizcaína de Lemóniz. Estuvo destinado en Vizcaya desde que salió de la Academia en 1975. Fue enterrado en Cerezales del Condado (León), localidad natal de sus padres y pueblo donde veraneaba todos los años con su familia.


 

Antonio Galán Aceituno, guardia civil asesinado por ETA el 29 de abril de 1977

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IN MEMORIAM

En la mañana del viernes 29 de abril de 1977 fue asesinado a manos de miembros de la banda terrorista ETA el sargento de la Guardia Civil ANTONIO GALÁN ACEITUNO durante un atraco al Banco Hispanoamericano de Tolosa. El guardia civil se encontraba en el banco porque, previamente, se había producido otro atraco en la sucursal bancaria. Ambos atracos fueron realizados por terroristas de ETA.

Sobre las 22:15 horas del día anterior tres terroristas de ETA político-militar secuestraron a Ángel Ormazabal, cajero de la citada sucursal bancaria en la calle Gorosabel de Tolosa. Tras ponerle una capucha en la cabeza, le metieron en su coche y le retuvieron en una furgoneta toda la noche. Por la mañana, en torno a las 6:00 horas, fueron al banco. Previamente Ángel avisó telefónicamente a la empleada de limpieza, Dori Velasco Mendia, diciéndole que tenía orden de abrir porque era día de cobro. Cuando llegaron a la sucursal bancaria, la empleada se encontraba ya ahí. Tras sacar las pistolas, los etarras obligaron a Ángel a abrir la caja fuerte, de la que sacaron veinte millones de pesetas. A continuación, les maniataron y huyeron. Poco después, el cajero consiguió soltarse y llamó a la policía. Esta, a su vez, dio aviso a la Guardia Civil, que envió al sargento Galán Aceituno a la sucursal.

A las 8:30 horas, mientras Antonio realizaba las diligencias sobre el primer atraco, entraron cuatro terroristas, esta vez de la rama ETA militar. Uno de ellos llevaba uniforme de la Guardia Civil, lo que despistó a Antonio. Tras el "arriba las manos" los etarras vieron al sargento, al que dispararon una ráfaga de metralleta. Antonio pudo responder la agresión haciendo uso de su pistola e hiriendo al terrorista que llevaba el uniforme de la Guardia Civil. Los terroristas dispararon una nueva ráfaga que hirió a Antonio mortalmente en la cabeza. Trasladado urgentemente a la Clínica San Cosme y San Damián, ingresó cadáver. En el bolsillo de su guerrera tenía preparadas, para enviar por correo, dos cartas: una dirigida a sus padres y otra a su mujer.

Los trabajadores del banco informaron a los etarras de que no había dinero, por lo que montaron en el coche que esperaba fuera y huyeron, mientras el herido dejaba un reguero de sangre. El vehículo lo habían robado minutos antes a Kleuz Metzer, director de la empresa Winkler y Dunnebier. Le obligaron a dirigirse a las afueras de Tolosa, por la carretera de Laburu, y allí le dejaron atado diciéndole que no se soltara en hora y media "porque pagaría las consecuencias". Este coche fue encontrado horas después abandonado en la plaza de Carlos VII, en el mismo corazón del casco antiguo de Tolosa. En su interior se encontraba la guerrera del uniforme de la Guardia Civil, y el correaje y la funda de la pistola. La sahariana tenía un orificio de bala en la parte superior del corazón y manchas de sangre, igual que la tapicería del coche.

Uno de los etarras que participó en el atentado fue Pedro María Leguina Aurre, alias Txiki, Xepa y Kepatxu, acusado de participar en más de 20 asesinatos entre los años 70 y 80. El 31 de diciembre de 1999 fue detenido por las autoridades francesas en el aeropuerto parisino Charles De Gaulle cuando intentaba entrar en Francia con documentación falsa. Fue extraditado a España en diciembre de 2001, pero no fue juzgado por este atentado. En el momento de su extradición tenía abierta una causa en el Juzgado Central de Instrucción número 2 de la Audiencia Nacional, referida al asesinato, el 28 de noviembre de 1979, de tres guardias civiles en un bar de la localidad guipuzcoana de Azpeitia.

Antonio Galán Aceituno tenía 47 años. Había sido destinado a la Comandancia de Guipúzcoa hacía escasamente un mes, por lo que su familia todavía permanecía en Pontevedra. Allí vivió catorce años con su mujer, y sus tres hijas: María del Carmen, de once años, María Jesús, de ocho, y María Pilar, de cinco. El sargento tenía concedido un permiso para el mes de mayo, porque la segunda de sus hijas iba a hacer la primera comunión el día 20.


 

Juan Antonio Díaz Román, guardia civil asesinado por ETA el 30 de abril de 1979

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IN MEMORIAM

El 30 de abril de 1979 es asesinado en Oñate (Guipúzcoa) el guardia civil JUAN ANTONIO DÍAZ ROMÁN, adscrito al equipo de desactivación de explosivos de este cuerpo. Fue alcanzado de lleno por la onda expansiva de un artefacto que intentaba desactivar, colocado en el primer piso de un bloque nuevo de viviendas que se estaba construyendo en la calle Olakua del barrio de San Lorenzo de la localidad.

A media tarde del 29 de abril el propietario del piso donde se encontraban los dos kilos de Goma-2 informó a la Guardia Civil de que, en el momento en que procedía a enseñar la vivienda a unos familiares que venían de Vitoria, encontró un cartel en el que se leía "No pasar, artefacto explosivo, ETA".

Los expertos de la Guardia Civil, que se personaron de inmediato en el lugar, trataron inútilmente de desactivar a distancia la bomba, por lo que Juan Antonio, pese al reproche de sus compañeros, optó por intentar neutralizarlo manualmente. En el momento en que la estaba manipulando, la bomba explotó causándole heridas gravísimas. Era la una y cuarto de la madrugada del 30 de abril.

Un día antes, en un almacén situado en el mismo polígono en construcción, explotó otro artefacto de gran potencia que contenía una cantidad estimable de metralla, lo que provocó graves daños en las dependencias.

El cuerpo de Juan Antonio Díaz Román fue trasladado al Hospital Militar de San Sebastián, pero nada pudo hacerse por su vida. A las cinco de la tarde del martes 30 de abril se celebró su funeral en la iglesia del barrio del Antiguo, de la capital donostiarra, al que acudieron las máximas autoridades civiles, militares y municipales. Después del velatorio, un grupo de personas lanzó gritos de "ETA asesina" y vivas a la Guardia Civil y a la Policía Nacional.

El atentado fue reivindicado por la banda terrorista días después, aunque durante una década no se supo nada de sus autores. Los terroristas que lo cometieron pertenecían al grupo Aizorrotz de ETA, que se disolvió y entregó las armas a la dirección de la banda. El grupo estaba formado por Rafael Etxabe Urteaga, José María Lete Unzueta y Miguel Osa Aldecoa.

Sin embargo, en 1989 una investigación de la Guardia Civil sobre el grupo Araba condujo a la detención de los miembros del grupo Aizorrotz, autores de varios atentados de finales de los setenta y principios de los ochenta. La Fiscalía de la Audiencia Nacional pidió penas de 26 años de reclusión mayor para cada uno de los tres etarras que participó en el asesinato de Juan Antonio Díaz. El fiscal señaló en sus conclusiones que Rafael Etxabe, Miguel Osa y José María Lete integraban en 1979 el grupo Aizorrotz de la banda terrorista ETA, y decidieron colocar un artefacto explosivo en unas viviendas en construcción en el barrio de San Lorenzo en Oñate. Para ello, un integrante del grupo preparó un artefacto compuesto por seis kilos de Goma 2 conectado a un reloj despertador, y se dirigió, en la noche del 29 de abril de 1979, junto a Osa Aldecoa, al lugar elegido. Mientras uno vigilaba, el otro colocó el artefacto que acabó con la vida del guardia civil. Pese a ello, en 1991 la Audiencia Nacional condenó a Osa Aldecoa a sólo 12 años de prisión menor como autor del asesinato de Juan Antonio.

Juan Antonio Díaz Román tenía 28 años y era natural de Melilla. Sus restos mortales llegaron a la Ciudad Autónoma el 1 de mayo, acompañado por su mujer y sus tres hijos, de corta edad. Procedían de Málaga y fueron transportados por un avión del Ejército del Aire. Cerca de un millar de personas se congregó en el aeropuerto de Melilla para recibirlo. Desde ahí, fue trasladado a la Comandancia de la Guardia Civil, donde se instaló la capilla ardiente. Al día siguiente fue enterrado en el cementerio de la Purísima Concepción, tras celebrarse el funeral de cuerpo presente en la Iglesia Castrense.

Juan Antonio fue la primera víctima melillense de las cinco originarias de esa ciudad asesinadas por ETA: Juan Ramón Joya Lago, guardia civil asesinado en Tolosa el 12 de diciembre de 1982; el policía nacional Juan José Visiedo Calero, asesinado en Pamplona el 13 de abril de 1984; y los guardias civiles Antonio Molina Martín, asesinado en Collado Villalba el 17 de diciembre de 2002, y Juan Manuel Piñuel Villalón, asesinado el 14 de mayo de 2008 en Álava.