LOS CAUDILLATOS

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Categoría padre: Historia Guardia Civil
Categoría: Antecedentes a la Guardia Civil
Publicado el Sábado, 27 Febrero 2016 07:12
Escrito por Antonio Mancera
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CarlosFranciscodeCroix

Hacia 1705, para vigilancia y cobertura de su litoral -ante temores más que fundados de desembarcos ingleses en las costas de la región-, el vecindario, celoso de sus derechos y llevado de su patriotismo, organizó espontáneamente un tipo muy peculiar de gente armada, a la que dieron el nombre de Caudillatos (palabra esta muy enraizada en el pueblo), ligeramente parecida a una milicia urbana, aunque carente tanto de fuero militar como de uniforme, especie mixta entre milicia cívica y Somatén. Se integró con paisanos voluntarios de los pueblos y parroquias ubicados “hasta dos leguas tierra adentro” de la costa.

En 1743, el capitán general de la Región, conde de Itre, celoso de su posible utilidad, mejoró y protegió considerablemente su establecimiento, les dio instrucción militar y organización, pero no les concedió fuero como le habían solicitado, determinación que creemos desacertada. Por un reglamento de servicio quedó establecido que los Caudillatos podían fraccionarse en “Trozos” -de a cien hombres-, distribuidos en cinco escuadras de a veinte plazas. Su armamento de propiedad particular, resultaba tan variado como diverso, admitiéndose desde un simple chuzo hasta un bastón o garrote, siendo preferidos, por supuesto, los fusiles, mosquetes, escopetas, espingardas, pistolas, cuando no horcas y picas. Los mandos o caudillos se elegían, democráticamente, por votación dentro de cada “Trozo”. Cada Caudillato y cada “Trozo” tenía tres caudillos, denominados primero, segundo y tercero, todos a las órdenes del sargento mayor de plaza, nombrado al efecto por el capitán general. El jefe de todo el conjunto recibía el apelativo de caudillo principal; los demás, el de jefes de caudillaje.

Para pertenecer a esta singular milicia, si así puede llamarse, habían de concurrir las circunstancias de “nobleza personal, robustez e integridad”. “La falta de hijodalgo”, podía suplirse eligiendo personas del estado llano idóneas y acomodadas, de limpia conducta, con la obligación de tener su residencia donde se organizan el "Trozo”, o en sus inmediaciones. En todo caso, en la parroquia o feligresía del “Trozo” había de elegirse al jefe de caudillaje quien, a su vez, designaba a un vecino amigo, con el cometido de subcelador, para el destino y servicio, con la misión de transmitir ordenes y “celar”, de ahí el nombre, por las disposiciones dadas por el sargento mayor.

El primero de agosto de 1762, el capitán general marqués de Croix, reformó el reglamento, otorgándoles algunas peticiones tendentes a su militarización; no obstante, se negó rotundamente a darles fuero militar vieja aspiración que no lograrían.

Durante la guerra de la Independencia quedaron absorbidos por los batallones de Milicias Provinciales, prestaron meritorios servicios, y por su perfecto conocimiento de la orografía del país constituyeron la pesadilla de los invasores. En 1820, con motivo de la subida al poder de los liberales, el nombre de Caudillatos fue sustituido por el de Compañías de Milicia Honrada denominación tan pintoresca como absurda, pues no se concibían milicias deshonradas, y si se han dedicado a velar por el orden y las propiedades, mucho menos aún. Desplazadas meses después por la Milicia Nacional y en 1824 por los Voluntarios Realistas, vuelven a organizarse en diez “Trozos”, en 1828, dedicados exclusivamente a la persecución de “latrocinios, contrabandistas y malhechores”.

En 1834 tuvo nuevo cambio de denominación: tomaron el de Partidas Francas de Galicia y, poco después, el de Partidas de Observación y Alarma; éstas, recreación de los Caudillatos, estaban organizadas en cuatro batallones -uno para cada provincia- y un escuadrón con cuatro secciones, con la misma distribución. En 1841, considerándolas anacrónicas e inoperantes, fueron disueltas